Siempre hemos sabido que Hollywood es una fantasía para ganar dinero, pero esconde tragedias, sucesos siniestros y oscuros, y pocas veces denota pulcritud, honradez y armonía social.
El escándalo que protagoniza el productor Harvey Weinstein, que ha sido acusado de violación, acoso sexual e incluso laboral contra varias actrices, ha vuelto a destapar la cloaca de la industria del cine en Estados Unidos, mostrándonos que la fantasía esconde mierda y pus.
Es por todos sabido que muchas de las actrices o aspirantes a serlo en Hollywood suelen entregar el calzón para ascender a la pantalla grande, pero no todas son así: existe el talento y la carrera artística que lo ameritan, esto es innegable. Pero ese camino suele ser agotador y difícil, y muchas de las actrices que llegan por méritos y no por cama, suelen ser firmes y estar en la preferencia del público.
Sin embargo, los apetitos humanos son incontenibles y también las necesidades, como diría Murphy: “La pobreza es la culpable de las malas compañías en la cama”, cosa que de sobra sabemos todos, y que, por cierto, en nuestros días lo mismo ocurre con las borracheras: “Las pedas son las culpables de las malas compañías en la cama”.
La vida en el mercado y su economía es en realidad una gran puta: todo se compra y vende al mejor postor; no solemos tener ni mucha opción sobre qué estudiar, dónde estudiar, o bien, en qué trabajar, e inclusive, con quién relacionarnos, y esto va desde dónde vivimos hasta por dónde caminamos; Hollywood es lo mismo.
El escándalo de Harvey Weinstein debería causar estupor y asombro en nuestra sociedad, pero está tan cercano a lo que vivimos en nuestros trabajos, con nuestras amistades o con nuestro gobierno, que pasa sólo como anécdota de revista, sin que toque, la mayoría de las veces, nuestra consciencia, cuestión por la cual, lo que hoy pasa Hollywood, es un pedo en un huracán en relación a lo que nos pasa a todos en la vida real.
Si usted no lo cree, mire en su vida.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
