El discurso vacío de la migración

Es evidente que la fibra sensible del tejido social en el país la constituye en estos momentos la migración.

Discursos van y vienen, “medidas de apoyo” a los deportados, reestructuración político-social para atender el problema migratorio, buena voluntad y arengas como “todos somos migrantes”, se suceden en el país sin que ello implique contener el desgarrador impacto emocional y social de los migrantes.

En carne propia, porque soy un migrante chileno que vivió el exilio de su padre, puedo argumentar cómo se suele expresar el dolor de no estar en el país de origen y el desencuentro o los desencuentros al retornar a él.

En primer término, cuando migras tú eres un extraño en la tierra a la que llegas; intentas insertarte en las lógicas sociales y culturales, pero muchas de ellas te son ajenas y no las compartes, y otras pueden resultarte hostiles, así como tu comportamiento social puede resultar hostil, ajeno, burdo o antisocial, aunque para ti no lo sea.

Un segundo aspecto lo constituyen tus raíces y el raigambre hacia la nueva tierra; tus hijos adquieren maneras, formas y lenguaje que pueden ser rechazados al interior de la familia, y el contexto de la familia y su espacio se pueden convertir en una defensa de los valores nacionales que se niegan a ser intervenidos e interferidos por los signos y símbolos extraños o ajenos.

De igual manera, para los de casa siempre serás extranjero, lo que implica trabas tanto sociales como laborales, y si efectivamente nunca te naturalizas, las trabas legales suelen convertirse en dolores de cabeza, segregación, discriminación y abuso. Recuerdo cómo en México durante décadas, por no ser naturalizados, no pudimos adquirir un bien raíz, pese a que a mi padre le descontaban -como sucedía conmigo- la prestación de vivienda de INFONAVIT.

En otro escenario, cuando retornas a tu país de origen suceden cosas brutales: eres novedad los primeros tres meses para tu familia y amigos, pero después pasas a ser alguien común o habitual, por lo que se genera un vacío o déficit de atención familiar que te golpea mentalmente porque esperas que las atenciones, afecto y solidaridad se mantengan constantes, cosa que no sucede.

Posteriormente, para muchos de tus familiares cuando retornas al país tú eres un extraño, no te conocían o te conocían poco, por lo que se decapita aquello de “la sangre llama” y puedes ser visto como ajeno, y como tienes algunas costumbres del país al cual migraste, puedes ser criticado, censurado e incluso, “aislado”.

La migración en su retorno tiene un discurso vacío, donde la interacción humana es difícil, intrincada, llena de sinsabores y donde el espacio que se ocupa carece de los referentes identitarios que tienden lazos con los demás. Ese es, sin duda, el laberinto de la soledad.

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Por: Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.


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CRONOS - Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.