Esclavos virtuales

Perdimos el anonimato, somos vigilados desde las sombras de la oscuridad teledirigida, allí en los ojos de los otros, aquellos que pretenden mantener el control de los actos y si pudieran, también de la mente.

Los cristales de la repetición, las cámaras que se multiplican y la informática de la vigilancia, que lo mismo hurga en nuestras computadoras que en nuestros teléfonos, se mueve entre líneas sin dejar rastro aparente, penetra en las tipologías de lo que somos y nos gusta, o bien, en las zonas erróneas, en aquellas donde nuestras fallas sociales se multiplican por las conveniencias o convencionalismos, los cuales son siempre camisas de fuerza.

El utilitarismo del panóptico se multiplica, tiene fines políticos, de consumo o delincuenciales; en la mesa, la jugada lo mismo se oscila entre la norma o la subversión, es claro: las intenciones son oscuras porque detrás de ellas está el control y la vulneración de nuestras vidas.

No soy anónimo ni tú lo eres, sólo nos separa el uso que le darán a nuestra vida. Es evidente que, hasta ahora, sólo en nuestros pensamientos estamos a salvo, claro, mientras un genio no sea capaz de decodificar desde algún escenario lo que pensamos e inclusive lo que soñamos.

Me gustaba ser ninguno más allá de las miradas habituales, pero ahora soy una cifra, una imagen utilizable y me han cosificado como al resto; ya no somos personas, el mundo de la imagen se prostituyó y con él navegamos, casi sin darnos cuenta, porque rara vez nuestra imagen sale a la luz. Nuestra privacidad se ha interrumpido, no lo sabemos, no nos percatamos, pero está allí, desde una credencial hasta nuestras cuentas de banco que ya son asociadas con los patrones de vida que tenemos.

Pronto pasaremos a campos de concentración de la personalidad, se nos apresará tarde o temprano y nuestros hijos serán de los apetitos de gobiernos, clubes, comercios o delincuentes, porque la era del panóptico que prostituye ya está presente y como marionetas se tejen las redes a las cuales nosotros mismos les entregamos nuestras vidas: Facebook, Instagram, fake news.

Como ovejas al matadero se articularán los campos de concentración virtual, difícilmente nos podremos esconder o liberar; la era del control cibernético está presente y mis palabras ya están en bancos de datos que no conozco.

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Por: Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.


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CRONOS - Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.