Invariablemente, para una cierta porción de los sectores urbanos en América Latina, diciembre es un mes de festín orgiástico, pero frente a la pandemia y a un creciente desempleo, la realidad de 2020 parece empujar a la desolación social.
Ni perdón ni olvido para los estados y sus élites que nos han empujado a una era incierta de la humanidad y se han lavado las manos ante su responsabilidad, arrojando a la muerte a millones de seres humanos que han tenido que asumir el dolor y el pesar de la enfermedad.
Nadie, desde el Estado y las élites de poder, ha asumido -ni en el discurso- la responsabilidad por esta era de muerte y enfermedad, ni siquiera por lo perdido en el desempleo y en el hambre que se ha multiplicado en diferentes países; aun cuando sabemos que son estos grupúsculos los que se esconden detrás de las parafernalias informativas que manejan la realidad a su antojo.
Pocos sectores sociales han mantenido un espíritu crítico y organizado para exigir a los gobiernos que defiendan a la sociedad, que redistribuyan los ingresos del Estado para garantizar un piso mínimo de oportunidad social frente a la muerte y la enfermedad; por el contrario, miles de ciudadanos caminan con una venda en los ojos y no se rebelan frente a las atrocidades que se presentan día con día.
Sin necesidad de que nos hayan amordazado, caminamos y asumimos los costos de una pandemia que debería enfrentarse desde la institucionalidad del poder; hemos sido incapaces de enfrentar desde la organización ciudadana los manejos oscuros de la clase política y de las élites económicas; por el contrario, caemos en la complacencia de los turbios manejos políticos.
No obstante, diciembre y su fervor orgiástico se impondrá, finalmente ¿qué hemos aprendido de esta lección de muerte y enfermedad?, parece que nada.
Deambularemos en este año que jamás podremos olvidar, no solo por la muerte y la enfermedad, sino porque nos enseñó que el Estado, su clase política y las élites económicas, se lavaron las manos y nos utilizaron desde sus legislaciones para ser la carne de cañón que les ha permitido salvaguardar sus privilegios.
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
