Los casos de acoso y abuso sexual en el celuloide han saturado las lógicas de aceptación social de un fenómeno que no es tratado como un problema social, sino como una cuestión de culpa-responsabilidad.
En los últimos meses, actores como Steven Seagal, y diversas actrices han destapado que Hollywood no sólo es la meca del cine, sino la meca del abuso sexual, que en todas sus dimensiones genera estelas de mierda y latrocinio humano, en un negocio que tiene mucho de prostitución y degeneración humana.
Tras la fantasía se esconden apetitos de todos tipos conocidos por la sociedad, pero en un mundo de elite que aparentan ser parte de una industria limpia, cuando es una industria que utilitaristamente hace ídolos de barro, seres que pierden la esencia de lo humano para ser convertidos en mercancías que se consumen en la butaca del cine o en el sofá de la casa.
Lo paradójico del caso es que, al inicio de las denuncias, el mundo se conmocionó y solidarizó con las víctimas de productores, directores y actores, para después convertirse en una anécdota que no asombra a nadie y que se ha naturalizado, al grado que ser actriz de cine es prácticamente un sinónimo de mercancía sexual, condición que da asco, pero que no deja de estar presente en este escándalo.
Los males nunca vienen solos, ahora lo que falta es que las denuncias pasen a otras latitudes y no sólo desde la pantalla grande sino también desde la chica, donde sabemos que han sucedido y suceden tropelías sexuales y abusos en esta dirección, como las enunciadas en México por artistas en sus televisoras y agencias de modelos y edecanes, en el lado oscuro de la diversión.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
