La conspiración de Trump

Con la torpeza de un empresario que arrebata todo en el mercado, la instigación de Donald Trump hacia sus seguidores -que se dieron cita para impedir una transición política de mando en el Capitolio- ha dejado una amarga experiencia de violencia e irresponsabilidad ciudadana y de Estado, bajo los apetitos de poder del neoyorkino, que no se conforma con los resultados de la gesta presidencial.

En este escenario, Joe Biden ha aceptado “la fragilidad de la democracia norteamericana”, porque la cultura política de la mayor parte de los norteamericanos no es instruida o cívica, y en el mejor de los casos obedece a condiciones de empatía, lo que suele crear ilusiones y estereotipos sobre la figura de líderes.

La escaramuza sobre el Capitolio, que en realidad fue una intentona de toma de poder de un grupo conservador de la ciudadanía, muestra que el poder democrático es un camino de vacíos e incertidumbres de interacción política, por lo que traspasar las líneas no escritas o estipuladas de un Contrato Social puede ser tan poroso como históricamente hemos visto en diferentes manifestaciones y actuaciones de la clase política en el mundo.

La impericia y vehemencia ha llevado a Trump a un frenesí de incontinencia verbal por su hambre de poder y sus propios estereotipos sobre este, condición peligrosa que, finalmente, no tuvo el eco social que esperaba, lo cual denota que ni siquiera conoce los trazos orgánicos de una insurrección ciudadana.

Trump asemeja los pasos perdidos del poder, pero debemos reconocer que los sectores de élite en Estados Unidos se favorecieron de su administración y la disminución del pago de impuestos fue una bandera de estabilidad social que se vio empañada por la violencia racial que su régimen propició, para terminar con una puntilla social, un manejo inadecuado de la pandemia que hoy causa estragos en aquel país, pese al poder económico que posee.

La miopía política de la ciudadanía norteamericana y su precaria cultura política encumbraron a un patán en la Casa Blanca, uno de tantos patanes que la han pisado pero, sin duda, uno como pocos, que dejó ver su racismo y discriminación que fue aplaudida por los supremacistas blancos, los mismos que asaltaron el Capitolio.

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Por: Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.


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CRONOS - Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.