La cosmogonía de la pandemia

Cosmogonía, el orden de lo natural y lo social llamado así por la ciencia del hombre, en el que el origen de todo merece una explicación, una respuesta, un planteamiento para atreverse a entender algo y, si se puede, probarlo.

Así se perciben las miradas sobre la pandemia, que científicas o no, han puesto énfasis en tratar de entender un monstruo que atenta contra el equilibrio de la única esencia verdadera de todo: la vida.

El terror ante la muerte ha dado paso a dos posturas sociales; por un lado, la exasperante búsqueda para detener la infección y la muerte que deviene en conductas sensatas y no sensatas para protegerse de la pandemia y, en un segundo término, aquellas posturas de negación que obvian los efectos de la realidad y cruzan la línea de manera temeraria, irreverente o con pesar, para admitir que, infectado o no, hay que seguir viviendo y que el trabajo, se quiera o no, es lo único que nos mantiene para sobrevivir, de lo contrario lo que nos matará será el hambre.

En este laberinto de la confusión, la cosmogonía de la pandemia ha dado lugar al lenguaje propio de su ser. Lo mismo hablamos del covid-19 como un vocablo que denota enfermedad y muerte, que de sana distancia y, desde luego, del conformismo con el pesar de la realidad al que le denominamos “nueva normalidad”, advirtiendo tácitamente la irreversibilidad de la realidad, pues jamás recuperaremos lo que vivimos y lo que mantenía nuestras lógicas relacionales a nivel social y material.

En este trazo cosmogónico de las relaciones sociales en la “nueva normalidad” se encuentran las patologías y descomposición de la interacción humana, que lo mismo se mueve en la violencia intrafamiliar que extrafamiliar, en la desconfianza enmascarada del cubrebocas que señala que todos somos enemigos potenciales, que no podemos confiar nuestra vida a nadie y que aislarnos es la mejor forma de preservar nuestras vidas, reduciendo contradictoriamente nuestra experiencia social a una mínima expresión que nos vuelve infelices o menos felices.

La salud mental, que siempre ha sido precaria en las sociedades de la modernidad, hoy lo es más y apunta a la cacería de brujas, al pogromo y al exterminio; los cadáveres producto del covid-19 se entierran o creman en sigilo, sin mayores liturgias, rompiendo nuestra trascendencia cósmica más allá de nuestra religión o no, más allá de nuestra razón o no.

Hoy nos enfrentamos a la incertidumbre de la cosmogonía de la pandemia que genera una cosmogonía incierta y absurda, creando la antípoda de lo que siempre fuimos: seres sociales.

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Por: Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.


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CRONOS - Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.