La muerte del poeta

Pocas veces duele el corazón, pocas veces el intelecto sucumbe al corazón; así se proyectan los pasos perdidos de una humanidad que ha olvidado la poesía para encontrar en las bayonetas el testamento del ostracismo social.

Pablo Neruda y su poesía han cumplido 50 años de obtener el Nobel de Literatura; así, desde el Popocatépetl y los volcanes nevados hasta la Pampa y su majestuosa belleza, se han nutrido los versos infinitos, aquellos que en mis mocedades se volvieron mujer y senderos de luna, aquellos versos más tristes esta noche.

Cuando era niño, un día caminando con mi padre por las calles de Santiago, vimos al poeta regando el jardín de su casa, mi padre dijo: “Ese es el poeta más grande de Chile”. A mí me pareció un viejo gordo y con sombrero, pero años más tarde, cuando me enamoré de mi primer amor de liceo, encontré que escribirle a la mujer amada era cabalgar en el horizonte, esperando a que una estrella ilumine el corazón para con la fuerza de la pasión tocar sus rizos de oro, mientras mis manos acariciaban su cuerpo de espuma.

Desde entonces, nunca más habría de separarme de Pablo Neruda, que se convirtió en puerta infinita de mis diminutas palabras, compañero de las noches oscuras donde miraba con la imaginación los delicados pechos de mi amada intranquila, aquella que abracé con la fuerza del dragón, aquella que se volvió cascada sexual, torrente orgásmico del primer amor.

Pero mi querido Pablo no fue solo el poeta del amor, en su “canto general” mostró su compromiso social y develó el sufrimiento de los desposeídos, para los cuales pocas veces la poesía y más allá de ella, los nombró con el corazón, para crear una nueva conciencia en ese mundo que se ha vuelto sórdido, etéreo e insultante.

50 años del Nobel no ilustran el caminar tranquilo del poeta en Isla Negra, no pueden atrapar el viento de sus palabras majestuosas, ni siquiera arriban como cronología del padre Cronos y, mucho menos, desde el esplendor de las flores diminutas que susurran el amor de los enamorados.

Ahora, cuando me acuerdo de la imagen de mi niñez donde vi tu figura pausada en tiempo y espacio, querido Pablo, corren mis lágrimas de sal recordando las manos fuertes de mi padre, quien me dijo: “Ese es el poeta más grande de Chile”.

 

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Por: Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.


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CRONOS - Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.