Nuevamente la selección mexicana fracasa en un Mundial de futbol y el grato sabor del partido frente a Alemania se diluye ante la inconsistencia de un equipo que fue de más a menos y que no pudo demostrar que el “sistema Osorio” era tan efectivo como innovador en las famosas rotaciones que, por cierto, fueron mínimas.
Sin embargo, el técnico colombiano Juan Carlos Osorio goza de una credibilidad y legitimidad impresionantes entre los jugadores de la selección, y quizá esto lo sostuvo ante los malos resultados, por lo que podría tener continuidad en el banquillo de oro del Tri.
En los comentarios y escenarios, los detractores de Osorio señalan que no fue mejor que ningún otro técnico mexicano, por lo que se debe imponer un mexicano en lugar de andar haciendo experimentos con técnicos foráneos, cosa discutible.
Lo culerillo de todo esto es que los aficionados nuevamente sufren una decepción y no experimentan mayores alegrías con el equipo nacional, por lo que la depresión y amargura son las mismas y las esperanzas de tener un equipo protagonista son cada vez menores, por lo que el técnico colombiano no es ni más ni menos culpable de lo que ha sucedido y lo que marca la historia de la selección mexicana.
No les extrañe que de cara al Mundial de Qatar nuevamente el aficionado perdone y olvide lo sucedido en Rusia, no les extrañe que este fracaso quede en el olvido y que los dueños de la selección vuelvan a venderla como esperanza de México en el próximo mundial, esto es más que claro, ya que en las televisoras y el mercado vale oro.
Como el dinero mueve los apetitos de los dueños del futbol, no puede extrañarle a nadie que lo experimentado en Rusia no sirva para generar un mejor equipo nacional, esto es tanto como pedirle peras al olmo, ya que mientras la selección deje dinero y la memoria de los aficionados sea como un pedo en un huracán, el balón seguirá rodando.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
