Peculado, divino tesoro

Desde la interiorización de la realidad mexicana hasta su conocimiento pleno, parece retumbar dentro de las condiciones de la corrupción aquella frase: “Dios, no me des dinero, ponme donde lo hay”.

Esa es la madre del cordero, que aquel que desea obtener dinero se encuentre en el lugar adecuado; lo demás parece lo de menos.

Javier Duarte pisa suelo mexicano y lo hace con el pelo bien cortado, esposado pero tranquilo, e inclusive profiere risas mientras los agentes que lo escoltan presentan un semblante serio y poco amigable.

Duarte va a la deriva, no mira a nadie en específico mientras la prensa asemeja a pirañas tras la carne, pero Duarte no contesta, pero se mantiene afable, no se siente culpable de nada o bien disimula perfectamente lo que pende sobre su humanidad.

Mientras Duarte se mantiene afable, algunos ciudadanos, como siempre no todos, presentan indignación, pero no por la culpabilidad o la cuantía del peculado de Duarte, sino porque puede quedar en libertad; las sombras de aquel caso de la francesa Florence Cassez rondan con los pasos de una procuración de justicia que suele presentar desaguisados cuando menos se espera.

La guillotina espera a Duarte, nada parece que lo salvará de la cárcel, pero México -donde siempre los dichos populares tienen algo de verdad- parece evocar aquello de que “la cárcel es para los pobres y los pendejos”, por lo que si Duarte y sus abogados no son una partida de pendejos, todo hace suponer que estará libre en algún tiempo cercano.

Los abogados saben que la ley y la justicia se cuecen aparte, que no son sinónimos, por lo que nada está escrito; estamos por vivir una de esas pinches telenovelas a que nos tiene acostumbrada la procuración de justicia, donde sacarse la lotería cuesta menos que ver justicia hecha realidad.

Recordemos el cuento del Negro Durazo, exjefe de la policía en el sexenio de José López Portillo, que duró en la cárcel menos que un pedo y al final se salió con la suya, la mía y la de ustedes. ¿No podría suceder que Javier Duarte salga libre como mariposa nocturna?

Don Filemón, no me esté chingando, ya voy a terminar.

Javier Duarte es la esencia del “Dios mío, no me des, ponme donde hay”: él ya ganó la batalla, ha vivido por años de la teta pública y ha tomado vacaciones permanentes todos esos años; si lo condenan, ¿qué le hace una raya más al tigre?

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Por: Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.


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CRONOS - Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.