El infausto recuerdo de ese movimiento estudiantil que fue asesinado en la plaza de Tlatelolco en 1968, desde el crimen de Estado de Gustavo Díaz Ordaz, marca para la memoria en Hidalgo las estelas de administraciones gubernamentales como la de Sánchez Vite, donde los estudiantes y profesores fueron violentamente reprimidos, dejando una radiografía de luto.
Las constantes incursiones del Mexe Hidalgo siguen recordando que los estudiantes están presentes, mis únicos y queridos lectores, en las estelas de un Estado que, desde las huellas del antiguo régimen, no aceptó mayores reformas a una educación proclive a la libertad y el humanismo, como valores centrales del estudiantado.
A contracorriente, las páginas que escribió la UAEH no aleccionan cercanía de principios de lo que enarboló ese estudiantado que fue asesinado ese infausto 2 de octubre en la plaza de Tlatelolco.
El nuevo gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum, que se destacó en la UNAM por su activismo político y que creó una nueva estela de contracultura educativa, es un ejemplo de que los estudiantes con la fuerza de su espíritu cambian las condiciones de la raza, que son la fuente de la dinámica cierta de un intelecto que puede ver con claridad su responsabilidad generacional y su compromiso con la nación.
En este escenario, se espera mucho de la postura política de la 4T en torno a las universidades públicas en la nación, como fuente motriz del cambio social sin maquillaje y predispuesto a crear condiciones de equidad social desde el conocimiento científico.
En esta atmósfera, el modelo político del humanismo mexicano de la izquierda claudista debe establecer en Hidalgo no sólo el peso de sus macro obras, sino de una reforma educativa que recupere para el pueblo la universidad pública que se encuentra bajo el dominio de intereses contrarios al estudiantado.
En este trazo, la actuación del gobierno de Julio Menchaca debe sentar el precedente de recuperación ciudadana de la universidad pública y dar con ello el salto cualitativo para una verdadera autonomía universitaria.
Una sociedad que transita por la imaginación y la creatividad universitaria emancipa toda clase de prejuicios sociales y crea oportunidades de interacción humana.
Recordar el asesinato de los estudiantes en Tlatelolco en 1968 no es remembrar el crimen de Estado desde una postura de rechazo social. Esto no basta. Debe ser, invariablemente, el escenario que ubique el cambio social desde las lógicas de los universitarios que son la piedra angular del progreso de la nación.
No basta con ese “2 de octubre no se olvida”.
Que no sea en vano ni quede en el vacío la muerte de esos estudiantes que le propinaron una patada en el culo al Estado represor de Díaz Ordaz en 1968.
¡2 de octubre, no se olvida, carajo!
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.