En tiempos de alianzas y amnistía política florece el dulce aroma de la reconciliación y el encuentro de los viejos camaradas.
Cuando entrevisté a Julio Valera Piedras, mis únicos y queridos lectores, me percaté que era un político con un poder cognitivo dentro y fuera de la palestra pública, y pude inferir que no todo lo que tocó el PRI fue, en los hechos, malogrado en su esencia. El arribo de Valera Piedras a Sedatu en el gobierno morenista indica que el poder de trayectoria y armonización de fuerza política puede y, en los hechos lo hace, imponerse.
Así las cosas, ya habíamos tenido el primer mensaje de amnistía política desde Morena cuando el exgobernador de Hidalgo se erigió dentro del gobierno de López Obrador en embajador de México en Noruega. Entonces, Hidalgo volvía a estar de gala porque un hijo pródigo de su tierra encumbraba el nombre de México allende las fronteras.
Omar Fayad y Julio Valera engrosaron la fuerza política independiente de Hidalgo creando un grupo político (GPI); en este trazo, tanto el exgobernador de Hidalgo como Julio Valera dieron un golpe en la mesa, aleccionando que no es necesario -y mucho menos cuando las castañas se queman- ser parte de un partido político para poder jugar dentro y fuera de la palestra política, mover los hilos del poder y generar correlación de fuerzas. Esto llegó a tal grado que hasta Sergio Baños fue invitado al festín del GPI.
Los años han transcurrido y la administración de alternancia de Julio Menchaca ha creado una amnistía política sin precedentes que fortalece las estructuras de su gobierno, generando una alianza de control político que, sin duda, nos brinda elementos de sobra para advertir la frase de que en su administración “ni sobra el que se queda ni hace falta el que se va”; esto es tan lapidario como la frase de mi abuelito “es preferible la muerte antes de perder la vida”, sea por Dios.
Los peligros de la amnistía política que permite un morenismo en crecimiento han sido la infiltración política, el oportunismo y el arribismo que, sin duda, pueden generar signos de desconfiguración y descomposición orgánica en el gobierno de Julio Menchaca, pero qué sé yo, más sabe el diablo por viejo que por diablo.
De Noruega a Hidalgo se han cocinado nuevos esquemas de poder. En todo caso, estamos viviendo un impasse político donde la consolidación de la izquierda tiene estrategias complejas e intrincadas. Es perceptible que, salvo condiciones impresentables de impresentables, la amnistía política se hace sin rencores ni facturas del pasado, por lo que pelillos a la mar.
Recuerden mis únicos y queridos lectores que personeros como el profe Guadarrama también dieron el sí a Morena y pese a no contar con reflectores mediáticos se encuentran entregando su granito de arena al gobierno de Julio Menchaca.
Qué lindo sería ver una fotografía panorámica donde todo el que sea capaz de redimirse frente al poder de la izquierda engrosara las filas de Morena, quizá tendríamos una radiografía al estilo de la película “Coco”, donde coexistieran los políticos de Hidalgo que están en el inframundo con los que aún celebran el equinoccio de primavera.
De Noruega para Hidalgo, la amnistía política es un fenómeno mucho más trascendente que un eclipse solar, así que aprestémonos a contemplar una nueva era de realizaciones políticas.

Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.