Entre el carrusel de la malversación pública y las anomalías de la clase política, mis únicos y queridos lectores, se ciernen los entretelones de estelas complejas y confusas que denotan que la probidad pública no se erige como la piedra filosofal en la conducta de diversos servidores públicos.
En un laberinto jurídico, el exdiputado del PT Hidalgo, Edgar H. D., ha sido encontrado culpable de narcomenudeo y en espera de una apelación que debe dar curso definitivo a su situación legal. La paradoja es que Edgar H.D. tuvo una responsabilidad pública para la cual se debe seleccionar servidoras y servidores públicos, cuya probidad no puede dejar rastro de dudas.
Es verdad que, dentro de la calidad de las formas democráticas, las y los legisladores de la nación -pueden, lamentablemente, resultar poco o nada productivos-, pueden cometer errores o resultar poco certeros en la interpretación de los entramados legales que equilibran las expectativas ciudadanas y brindan, en horizontalidad, oportunidades de bienestar social.
Empero, una cosa es equivocar el camino de la lectura del marco legislativo, lo cual es grave de suyo, y otra muy distinta, utilizar el encargo tanto para defender intereses sectarios y particulares o cometer tropelías al amparo del fuero político de la nación.
Se debe comprender que la figura del fuero político estriba de forma legal en que el funcionario que lo posee “no puede ser obstruido para realizar su tarea”, lo cual no implica que puede cometer ilícitos al amparo del fuero. En los hechos, la figura del fuero político debe ser revisada y podría dar tela para una reforma en estos momentos donde emergen, constantemente, tropelías que comete la clase política en México.
No es pertinente equivocar o extraviar el camino
La izquierda ha ingresado en el poder del Estado en México bajo la promesa de acabar con las anomias del poder público, la corrupción e impunidad; esa fue la bandera del Tlatoani López Obrador y debe ser la constante que debe primar en el imperio de la ley.
Lo ocurrido en el caso del exdiputado del PT Hidalgo, Edgar H.D., debe dar paso a una investigación mayor sobre los vínculos delictivos que permean en este entorno. Todo indica que las cosas tienen tela de dónde cortar.
Esta serie de anomias de la clase política debe exigir un escrutinio ciudadano mayor. Debe generar un interés real por conocer las trayectorias de quienes pretenden ocupar un encargo dentro de la representación democrática del ejercicio público.
En la pasada elección del Poder Judicial se presentaron luces y sombras sobre una cantidad no menor de competidores a escaños judiciales que fueron expuestos en diferentes medios, sin que ello implicara alcances probatorios mayores. Ante la duda, marca, si no hay duda no marques.
Hoy que los capítulos de la Estafa Siniestra en Hidalgo abren nuevas rutas en sus pesquisas es necesario no naturalizar la malversación pública. Es pertinente que la ciudadanía cuestione las desviaciones y corrupción de las y los personeros públicos que se encuentran en esos entretelones, porque una actitud crítica enfunda nuevos comportamientos y controles en la palestra pública; la pasividad ciudadana sólo condena a la esclavitud social.

Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.