En el limbo de la articulación del PRI Hidalgo, frente al infausto suceso de la nominación a la gubernatura de su líder Marco Mendoza, que, a todas luces, revela que la política interna en este partido es antidemocracia pura y que sus tonalidades de opresión y subordinación a la base militante arrojan saldos negativos en la legitimidad y credibilidad a título de precariedad y crisis política.
En este trazo de marasmo político del PRI Hidalgo se predisponen los intereses de una cúpula vertical sobre la precaria base militante que aún le queda y deja abierta la reflexión de los elementos que han derivado la represión política que viven sus estructuras.
I. La verticalidad política vs la democratización de partido
Una de las anomias más significativas y perversas por la que atraviesa el PRI Hidalgo se encuentra en la verticalidad de mando, que atenta contra los principios revolucionarios que dieron origen al partido en detrimento de la democratización, que advierte todo adjetivo que denote “revolución”; por lo que, entre las taras agudas del tricolor, la presente herencia de control antidemocrático mantiene en el limbo su devenir histórico y compromiso social.
II. La pantomima revolucionaria
Ya nadie cree en los postulados de la Revolución que “enarboló” este partido que, en los hechos, de forma antitética se denomina “revolucionario institucional” porque ¿cuándo las revoluciones han sido institucionales?, en todo caso, la pantomima revolucionaria sigue en el elefante blanco del bulevar Colosio, a tal grado que lo mismo presenta montajes políticos de intrusión que el adeudo de más de 800 mil pesos al Ayuntamiento de Pachuca que, por cierto, con revolución institucional o no, habrá de cobrar el adeudo, so pena de embargo múltiple.
III. El anquilosamiento de la derecha populista
Hace meses Marco Mendoza, en un despropósito de maquillaje y mimetismo político, señaló que el PRI “es de izquierda”, un absurdo y equívoco cognitivo y de evidencia histórica que hizo retumbar los cimientos populistas de esa derecha que vio nacer en 1929 al tricolor y que está a punto de verlo morir en la segunda década del siglo XXI. En términos estrictos, el populismo priista se encuentra condenado a su extinción y le marcó caducidad al partido desde su nacimiento.
La tibieza con que se maneja la derecha a nivel nacional, y en particular en Hidalgo, devela que llegó el momento de no ser “ni verdadero ni falso”; es decir, el esquema del avestruz, donde agazaparse es la mejor receta a la inoperancia política que presenta el PRI.
El limbo político es el peor mensaje que ha enviado el PRI a nivel nacional que, lamentablemente, ha recurrido a la violencia política vía la bravuconada o pelea de barrio que su líder perpetuo, Alejandro Moreno, parece haberle heredado a Marco Mendoza que, a Dios gracias, por lo menos se pelea a nivel virtual desde la plena comodidad de las redes sociales, que al amparo de Facebook, dan cabida a sainetes de ridículo político y otras miserias inauditas.
Ni verdadero ni falso es la consigna que se ha entrelazado con la estrategia de violencia política que embarga al PRI y que denota que su crisis-extinción no da para transitar a la tercera década del siglo XXI.
