El que no tiene y llega a tener, Noroña se quiere volver

La pregunta que emerge es simple: ¿un senador mexicano puede aceptar ese tipo de apoyos externos para viajes que no están inscritos formalmente como misiones representativas del Estado mexicano? La normativa ética y legal lo pone en entredicho. Más aún, si ese viaje interrumpe su labor legislativa, mientras la bancada que representa se ve envuelta en cuestionamientos sobre transparencia y privilegios.

En los últimos días, el senador de la República, Gerardo Fernández Noroña, ha despertado más que simpatía entre sus seguidores, ha generado alarma institucional y desconcierto ciudadano con su reciente licencia para viajar a Medio Oriente. La justificación oficial: un viaje solidarioa Palestina para denunciar injusticias llama la atención, pero lo que realmente exige escrutinio es el cuándo, el cómo y el para qué de esta gira internacional.

 

La licencia solicitada por Noroña, desde el 22 de octubre al 2 de noviembre de 2025, le permite ausentarse del Senado bajo el argumento de atender una invitación de alto nivel. Sin embargo, hay detalles que generan inquietud, por ejemplo que el financiamiento del vuelo y hospedaje correrían a cargo de los Emiratos Árabes Unidos, según su propia declaración. Mientras tanto, en México se libra un debate sobre lluvias severas y emergencia en territorios propios, así como sobre la conducta de un legislador que pide permiso para ausentarse pero no da certeza de la naturaleza exacta de su encargo diplomático.

 

El senador asegura que no va de paseo ni de turismo político, sino “a constatar, escuchar y denunciar” la crisis palestina. Sin embargo, su presencia en Dubái y su vuelo pagado por terceros colocan su comportamiento en el claroscuro entre la solidaridad internacional y el protagonismo personal. En redes sociales ya circulan críticas que apuntan a la incongruencia entre su discurso de austeridady el coqueteo con el lujo: un viaje al Golfo financiado por un estado extranjero, con fotografías desde autos de lujo y poses de “gira internacional”.

 

La pregunta que emerge es simple: ¿un senador mexicano puede aceptar ese tipo de apoyos externos para viajes que no están inscritos formalmente como misiones representativas del Estado mexicano? La normativa ética y legal lo pone en entredicho. Más aún si ese viaje interrumpe su labor legislativa, mientras la bancada que representa se ve envuelta en cuestionamientos sobre transparencia y privilegios.

 

Por otra parte, la alineación mediática de Noroña —quien suele posar como fiscalizador del poder— se ve diluida cuando él mismo se convierte en objeto de escrutinio. Su actitud combativa frente a críticos (pandilla de cretinos rabiosos”, declaró desde Palestina) no mejora lo que pretende combatir, la opacidad en el manejo público.

 

En el fondo, este episodio revela un dilema mucho más profundo: la barrera entre la política de alto perfil y la acción pública responsable. Viajar al extranjero para denunciar injusticias es noble en sí mismo; hacerlo como figura pública sin transparencia puede transformar el acto en un show personal. Y cuando ese show se desarrolla mientras otros problemas nacionales exigen atención, el mensaje se diluye y el daño es doble: para la institución y para la credibilidad individual.

 

La licencia solicitada por Noroña fue aprobada por el Senado sin mayores explicaciones públicas sobre el encargo específico, los resultados esperados ni la rendición de cuentas al regreso.  Eso deja un antecedente peligroso: una figura legislativa que se toma un receso para viajar al extranjero con gastos pagados y sin supervisión visible, respaldado por un discurso de solidaridad internacional mientras México se debate en muchas desgracias, tal parece que a Noroña no le importan las críticas que pueda recibir la presidenta de México, Claudia Sheinbaum.

 

El viaje de Gerardo Fernández Noroña a Medio Oriente no es sólo un asunto de agenda internacional. Es una llamada de atención, ya que, si el poder público no exige claridad, si el privilegio no se acompaña de responsabilidad, la afectación será doble: para los gobernados y para la política misma. La solidaridad no debe vestirse de espectáculo y la diplomacia personal no puede sustituir la transparencia institucional.

 

A este senador patrañoso disfrazado de cordero no le importa México, no le importa la investidura presidencial, no tiene vergüenza que exhiba de cuerpo entero a la Cuarta Transformación y sus excesos. Noroña disfruta el momento que le ofrece el poder, porque desde Medio Oriente es probable que tome champagne mientras disimula en México tomar tepache.

 

 

EL CONSPIRADOR


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