Se aproxima el cambio de mando en el país y el dinosaurio agoniza, quizá por la propia eutanasia que se aplicó al inocularse el virus de Meade, aunque algo es cierto: con o sin él hubiera perdido las elecciones.
Ya ni llorar es bueno, pero la calamidad persigue al dinosaurio, se fragmenta ante la nula estrategia para enfrentar la derrota, mientras en el PRI nacional arriban antiguos políticos que inercialmente argumentan que se deben hacer amarres de fondo, que todo está en poder crear el clima necesario para que en los primeros tropezones de Morena-Gobierno el rumbo empiece a cambiar y las cosas se aclaren.
Pocos hablan de evolución política, quizá porque el peso de un dinosaurio que no sabe cómo hacer política ciudadana no puede evolucionar, debe extinguirse de una vez por todas. Lo paradójico es que muchos de sus nuevos políticos son tanto o más dinosaurios que los vetustos, y lo peor del caso es que muchas de estas nuevas generaciones son ignorantes funcionales, repiten prácticas y dichos del pasado y no atinan a entender cómo abanderar a las nuevas generaciones. En suma, la agonía del dinosaurio es producto de su descomposición interna.
En esta agonía existe un fenómeno común en todo organismo que se extingue: los parásitos salen huyendo como lo hacen los ratones cuando el barco se hunde. Este es el fenómeno de la defección, pero no guidada por la conciencia ideológica, sino por el peso de los pe$o$.
En los hechos, la defección había empezado meses antes, el huracán Manuelovich venía arrasando con todo, por lo que los más aguzados emprendieron la partida y otros, los más, se hicieron como el tío Lolo y simularon que se quedaban, por aquello de que si las cosas no funcionaban siempre podrían estar.
Ahora que el dinosaurio agoniza, las reuniones son sórdidas, se habla de la derrota electoral sólo como resultado, pero no se somete a juicio como problema de estructura de partido. En los hechos poco se quiere hablar de la derrota, pocos la enfrentan, y lo peor de todo es que cuando alguien con sentido intenta plantear la derrota como condición estructural, es censurado o poco menos que cae en desgracia.
Exhausto, el dinosaurio vive una lenta y larga agonía, habrá que ver si queda desahuciado en los próximos seis años o sus crías toman su lugar.

Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.