La intencionalidad es el foco de atención de la conciencia.
16.1
Estoy sentado en el Art Square de Ámsterdam intentando comprender mi lugar en el mundo, mi situación en la historia y, en un dilema que constantemente cambia de forma lógica, mi verdadera posición filosófica.
—¿Qué piensas? —me pregunta Juliana.
—En las coincidencias místicas.
16.2
Una fila de cangrejos azules pasa a mi lado, al principio sólo vislumbro a uno pero luego a toda su congregación. Están aquí desde antes del origen en la historia de los Países Bajos, sin embargo, eran transparentes para mi conciencia completamente ensimismada en la nostalgia.
En la playa.
Vine aquí para re-encontrarme. Aquí en el mar. En el mar del norte.
A quince kilómetros de Leiden.
Quise pasar antes de regresar a Ámsterdam.
La coincidencia mística.
Tenía que procesar mis recuerdos en un presente aún perdido en los rincones de la melancolía causada por un pasado sin revisar poéticamente.
—Porque la poesía es devenir —afirmé apasionadamente en el taller neerlandés de filosofía— y, por consiguiente, filtra todo lo inauténtico en el alma.
Un verdadero poeta nunca miente.
Observo nuevamente a los cangrejos, unos comen graciosamente recogiendo con sus tenazas los invisibles fragmentos de flora oceánica mientras dos más se están peleando pero, tras aventarles unos granos de arena, los separo. Sí, que no se pasen de verga. Vuelvo a mirar el mar, inevitablemente recuerdo la obsesión del capitán por la ballena con la media luna en su aleta y, al voltear al suelo, mi foco de atención se concentra en decenas de caracoles rojizos desplazándose con extrema paciencia.
El mantra indecible de la naturaleza.
16.3
Marie Neeskens, la nieta del capitán Ferdinand, y su esposo Piet insistieron en que me quedara a cenar antes de partir de Leiden; yo quería negarme para irme y estar a solas lo más pronto posible para procesar mis recuerdos en un presente aún perdido en los rincones de la melancolía causada por un pasado sin revisar poéticamente... No obstante, ante su amabilidad reconfortante me fue imposible no aceptar. Además del pequeño bebé tienen una hija de seis años llamada Debbie que, al igual que su hermanito, no deja de observarme.
—¿Eres alérgico a algo? —me pregunta Marie asomándose, niego y ella vuelve a la cocina con Piet.
Los niños siguen mirándome fijamente.
—Are you american? —me pregunta Debbie.
—Mexican.
—Really?
—Yeah.
—Like “Coco”!
—What?
—Have you seen “Coco”?
—The movie?
—You look like Michael a lot.
—Who?
—The kid from the movie!
—¿El niño?
—Ja!
Le llaman sus papás, ella se dispone a ir a la cocina pero, antes, me confiesa sigilosamente:
—Mi mamá extraña mucho a su abuelo Ferdinand —me dice en neerlandés y sale, me quedo pensando y noto que el bebé sigue observándome.
—Te pareces mucho al capitán —le digo—, ¿no serás su reencarnación?
El bebé se echa a reír a carcajadas.
—¡Le caes bien! —me dice Marie quien llega poniendo la ensalada sobre la mesa.
—¿Cómo se llama?
—¿No te he dicho? —me pregunta sorprendida.
—No que recuerde, ¿por qué?
—¿No adivinas?
—No.
—Ferdinand.
Continúa 17

Por: Serner Mexica
Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".