Salón Real
Azteca y Cihuacóatl. Un guerrero jaguar somete a Quetzalcóatl.
AZTECA: El primer cambio que quiero que hagas… Y escúchame bien viejo imbécil, no quiero ningún pretexto para que no lo cumplas. Siempre has eludido y confrontado mis ideas, desde que era pequeña. No creas que lo he olvidado, pero ahora pagarás tus consejos contra mí por haberme subestimado.
QUETZALCÓATL: Mi deber, mi señora, es asesorarla.
AZTECA: ¡No me interrumpas! Sólo cállate y escucha.
El guerrero lo golpea en la cabeza, Quetzalcóatl se duele.
QUETZALCÓATL: La escucho, mi señora, pero le suplico que ya no me peguen, por favor. Ya estoy muy viejo y-
El guerrero lo golpea más fuerte en la cabeza.
AZTECA: Ya no digas nada y mejor escucha, viejo idiota. Escucha con claridad lo que te voy a decir. Voy a instaurar una de nuestras más saciables tradiciones. Aquello que dará el sentido de muerte que todos deseamos en nuestro Altepetl. Los sacrificios humanos. La sangre y los corazones; los corazones y la sangre.
QUETZALCÓATL: Mi señora Tlatoani, con todo el respeto que me merece, le pido que no reinstale una tradición ya superada por nuestro pueblo. Hace mucho tiempo que a todos nos costó acordar otros modos de tributo teológico, como el juego de pelota y las artes, pero no más sangre. No debemos restaurar los sacrificios humanos, pues no debemos ahondar, aún más, en el desequilibrio cósmico que prevalece.
AZTECA: ¿A qué te refieres?
CIHUACÓATL: No le hagas caso. Está delirando.
QUETZALCÓATL: Mi señora, con la muerte de su padre la inclinación cósmica hacia la muerte se agudiza y los sacrificios humanos sólo la total oscuridad acelerarían.
CIHUACÓATL: Ya dile que se calle.
AZTECA: No pedí tu opinión, viejo moralista. Sólo te estoy avisando. Digamos que sólo te estoy comunicando una orden. ¿Entendido?
QUETZALCÓATL: Por favor, mi señora, desista de los sacrificios humanos.
AZTECA: Pues no. No voy a desistir.
Quetzalcóatl quiere decir algo pero Cihuacóatl le echa un polvo rojo en el rostro y éste queda inconsciente.
CIHUACÓATL: Viejo idiota. Quién es para contradecirte.
AZTECA: Viejo idiota. Quién es para contradecirme.
El guerrero jaguar lo saca a rastras. Entra otro guerrero.
GUERRERO JAGUAR: Mi señora, le traigo un informe.
AZTECA: Luego, orita estoy muy cansada.
GUERRERO JAGUAR: Es un informe muy importante, mi señora.
AZTECA: No me importa lo que sea. Ya te dije que mañana.
GUERRERO JAGUAR: Se trata de su hermana.
Cihuacóatl se encrespa.
AZTECA: ¿Mexica?
GUERRERO JAGUAR: Sí, mi señora.
CIHUACOATL: Maldita… Esta aquí, la siento, la siento... Maldita. ¡Maldita!
GUERRERO JAGUAR: ¿Mi señora?
AZTECA: Dile que…
CIHUACOATL: ¡Mátala! ¡Mátala! ¡¡Mátala!!
AZTECA: (pausa larga) Hazla pasar.
El guerrero sale.
CIHUACOATL: Mátala.
AZTECA: ¡Ya cállate!
Entra Mexica.
AZTECA: Hace tanto tiempo, hermanita. ¡Abrázame!
MEXICA: ¿Cómo murió nuestro padre?
AZTECA: Se desvaneció… Sólo se desvaneció.
MEXICA: Papá.
AZTECA: Pero no te preocupes, ahora yo estoy a cargo.
MEXICA: ¿Sigues con ella?
AZTECA: ¿Cihuacóatl? Es como mi hermana. Ella me hace compañía desde que tú te fuiste.
MEXICA: (transición) ¿Cómo sabes que se desvaneció?
AZTECA: Bueno, es que-
MEXICA: ¿Estuviste ahí cuando murió?
AZTECA: Sí. Digo, no. Pero sé que desapareció. Como el aire. Así sucede cuando muere un Tlatoani ¿no? ¿Tienes hambre?
Silencio.
MEXICA: Ya me voy.
AZTECA: ¿Adónde vas? ¡Te ordeno no hacer nada! Ahora yo soy Tlatoani.
MEXICA: ¿Hay algo que no me has dicho?
CIHUACÓATL: Sospecha de nosotras.
MEXICA: Dime, hermana. ¿Hermana?
CIHUACÓATL: No confíes en ella. ¡Mátala!
MEXICA: Dime.
AZTECA: ¡Déjame en paz! No me importa lo que pienses, no me importa nada de ti. Ahora yo soy Tlatoani y se hace todo lo que yo diga. ¿Entendido?
MEXICA: Y qué vas a hacerme. ¿Lo mismo que le hiciste a papá?
AZTECA: ¡Yappan!
Entra Yappan, avienta una lanza a Mexica quien sagazmente la esquiva. Se pone en guardia y Yappan le tira un golpe, ella lo detiene justo a la mitad del trayecto y ambos forcejean. Mexica deja de oponer resistencia y, aprovechando la inercia de Yappan, lo derriba. Mexica intenta someterlo en el suelo pero Yappan le pega en la espalda y la derriba, yace en el suelo adolorida. Yappan alza la cachiporra para pegarle pero ella lo esquiva y se pone de pie de un brinco.
Yappan y Mexica se miran para un segundo asalto. Yappan la vuelve a atacar y ella lo esquiva dándole un “cachiporrazo”. Yappan cae al suelo muerto. Cihuacóatl sale.
MEXICA: Habla, hermana. Es momento de que me digas la verdad. ¿Qué le hiciste a mi papá?
AZTECA: Ayuda, ayuda. ¡Ayuda!
MEXICA: No te voy a hacer daño, sólo quiero que me digas la verdad.
Entran dos guerreros jaguar, le apuntan a Mexica.
AZTECA: ¡Arréstenla!
Mexica se prepara para combatirlos pero, antes de cualquier intento, recibe un dardo, siente un mareo y cae al suelo. Entra C-Jaguar como responsable del dardo.
AZTECA: Ahora sí, maldita. Te vas a morir. ¡Te voy a matar!
C-Jaguar: Tranquila, mi señora. Recuerde que tiene que hacerlo en sacrificio frente al pueblo. En sacrifico a nuestra madre Coyolxauqui.
Cihuacóatl ríe maléficamente.
Continúa XVI

Por: Serner Mexica
Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".