Las balas perdidas

El auto circulaba sobre avenida Atlixco cuando una explosión metálica atravesó el techo y la bala se incrustó en la cabeza del niño.

 

El coronel Octavio observa a su hijo recién nacido a través del cristal de los cuneros, apoya sus palmas en éste y sonríe de felicidad por el milagro de su nacimiento. Todo el proceso fue complejo, un costoso tratamiento de fertilidad y un embarazo de alto riesgo. Abraza a su esposa y le agradece religiosamente, la deja con sus familiares y decide irse de festejo con algunos compañeros.

Una cantina, la botana y mucho tequila; algunos amigos se retiran. Otra cantina, varias cervezas y más tequila; la fiesta termina. Empero, Octavio solitario busca una cantina más, donde mucho ron con coca y cocaína. Bromea con el cantinero y termina jugándole brusco, primero palabras y luego físicamente rudo. Se arma la bronca, Octavio saca su arma (una Michigan t45) y dispara, primero, al techo y todos se tiran al suelo. Apunta al cantinero, quien de un brinco desaparece por completo y las balas destrozan todas las botellas de la barra. Sale de la cantina enfundándose el arma.

Circula veloz por el periférico mientras grita como loco echando tiros al cielo. Una patrulla lo detiene y el policía quiere someterle pero Octavio le muestra su charola de político influyente. Es escolta de un diputado y pariente lejano de un familiar del presidente. Se burla del impotente agente y le escupe en la placa, se aleja riendo y volviendo a echar bala.

Se detiene en una taquería donde hay una tele, comienza un noticiero y le llama la atención una nota roja. Un niño ha muerto por una bala perdida.

—Fue su culpa —informa a todos gritando al viento—. ¿Qué hace un niño en la calle a estas horas?

Traga la carne escurriendo algo de grasa sobre su ropa, le reclama al taquero y se limpia molesto con papel de estraza. Se retira por calzada de Tlalpan y, a la altura de Taxqueña, observa una ambulancia; el tráfico lo retiene y alcanza a escuchar que el herido es un anciano que recibió el impacto de una bala. Otra bala perdida.

Sigue su trayecto al norte y, al dar la vuelta en avenida Atlixco, encuentra otra ambulancia. Un paramédico le pide detenerse pero él lo ignora esquivándolo cínicamente, se sigue de frente y enciende un cigarro eliminando en su mente todas las posibilidades de su responsabilidad en el ambiente.

Llega al hospital y lo sorprenden con que su esposa e hijo fueron dados de alta, revisa su teléfono y advierte llamadas perdidas y varios mensajes al respecto que omite leer completamente. Sin embargo, llega a su casa y no hay nadie, llama a su esposa y nadie contesta, llama a los familiares y tampoco obtiene respuesta. No se preocupa sino se molesta. ¿Qué hace su esposa e hijo —recién nacido— en la calle a estas horas? No obstante, se queda dormido.

Momentos después lo despierta el teléfono. Es uno de los familiares de su esposa, quien le informa de un accidente ocurrido con su hijo recién nacido.

—¿Qué pasó?

Lo mató una bala cuando circulaban por avenida Atlixco.

 

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Por: Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".






EL INDIO FILÓSOFO - Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".