Las ironías de la política hidalguense hicieron sucumbir a Gerardo Sosa Castelán con el miedo de perder el poder ante algún joven osado que contara con el apoyo de la comunidad estudiantil, por lo que decidió reducir el coto de poder estructural de las asociaciones de representantes universitarios. Al mismo tiempo, este hecho redujo estratosféricamente las posibilidades del jefe del Patronato Universitario de convocar a una movilización estudiantil suficientemente nutrida y con la posibilidad de guiar el discurso disfrazándolo de estandarte ideológico de la juventud, pues a duras penas cuenta con un puñado de estudiantes que son fieles al grupo universitario en la medida que reciben puntuales pagos o compensaciones varias, porque cuentan que a los destacados jóvenes que observan con “admiración” a sus autoridades universitarias les premian con trabajo, becas y viajes al extranjero.
Ahora, con un reducido poder sobre las masas estudiantiles, el grupo universitario que es incapaz de convocar a las movilizaciones antañas decidió incursionar en las estructuras de instituciones políticas que lograron “consolidar” a través del financiamiento a las “Redes Ciudadanas”, que pretendieron infiltrarse en todo el estado a partir de 2014, constituyéndose por medio de personajes plenamente identificados con los “universitarios”, logrando apenas una pequeña presencia en ciertas regiones, pero lograron durante el sexenio anterior “inyectar apoyos” a candidatos que les permitían una raquítica presencia en el escenario político.
Fue en 2015 cuando decidieron intentar con una figura emergente: los candidatos independientes, con lo que hicieron evidente, primero, que sus redes ciudadanas no tienen impacto o trascendencia real en la capital; segundo, su pretencioso voto duro basado en la masa estudiantil y el sindicato de trabajadores universitarios resultó poco menos que de papel; tercero, no cuentan con ningún cuadro medianamente destacable en campaña dentro de sus filas; cuarto, la premiación por apoyar al candidato perdedor fue extraordinaria, cambió la vida a “profesionistas” universitarios.
En este punto comenzó a dibujarse la nueva estrategia de Gerardo Sosa: apostar a liderazgos fáciles de seducir con apoyos, o por lo menos así parece, tal fue el caso de los hermanos Chárrez en Ixmiquilpan, por ejemplo. De ahí podrían entenderse diversos apoyos a movilizaciones en el Valle del Mezquital, pues se pasa de las marchas abiertas de estudiantes a las de ciudadanos de regiones “amigas”, indirectamente, y por qué no, logrando un golpe más certero a la estabilidad política. Es entonces cuando las alianzas entre amigos con un enemigo en común –el gobernador- se van descubriendo al pasar del tiempo.
Debemos entonces considerar, o retomar, el hecho de que Francisco Olvera Ruiz, exgobernador del estado de Hidalgo, consolidó el lazo de unión entre su administración y su exjefe político, Gerardo Sosa, como prueba basta decir que no hubo queja alguna sobre los subsidios estatales y muy al contrario, se abrieron las puertas de la Plaza Juárez y el bulevar Colosio para diversos cuadros universitarios que vieron sus mejores días en el sexenio anterior, y por ende, en la actualidad viven bajo una desbordante inconformidad con la administración estatal.
De ahí surge la segunda apuesta a apoyar las inconformidades de ciertos personajes que van creando puentes para la guerra de guerrillas mediáticas que buscan generar inestabilidad política porque cuentan con el medio perfecto para hacerlo: un diario local que coloca golpes exactos para demeritar a ciertos funcionarios.
En uno de sus frentes más importantes se encuentra Adolfo Pontigo como rector que hace las veces de un Caballo de Troya porque entró como una señal de trabajo conjunto entre la Plaza Juárez y la Universidad, o por lo menos era la garantía empeñada por la familia Pontigo Loyola, a la que también pertenecen Juan de Dios Pontigo Loyola, secretario del Consejo de Seguridad Estatal y Alberto Meléndez Apodaca, concuño de los dos anteriores.
Este punto, si bien pudiera pasar inadvertido o como mero morbo mediático, resulta interesante cuando se une a las recientes fugas de información del CDE del PRI Hidalgo, que durante la administración anterior fue habitado por Alberto Meléndez como presidente y Emilse Miranda como secretaria general (ella emanada de las filas del Grupo Universitario); actualmente se encuentran Levi Leines -secretario particular de Leoncio Pineda- y Carola Meneses –subsecretaria de Operación Política-, ambos con una innegable venia universitaria que pese a sus intentos de ocultarla conservan amistades estrechas en la UAEH, a quienes no han negado comentarios; la tercera es Erika Rodríguez, que en algún momento estableció una importante relación con el ala femenina de los universitarios y que es originaria del Valle del Mezquital.
De estos apuntes se infiere que el Grupo Universitario mantendrá su guerra contra el gobierno del estado, para lo cual Sosa Castelán ocupará la figura de Adolfo Pontigo Loyola en su calidad de “El Primer Empleado Universitario” para arreciar los discursos en los que intentan decir que la autonomía universitaria ha sido violentada, o que no han recibido una constancia oficial de haber cubierto el adeudo por suministro de agua, o de la penosa necesidad de suspender al equipo de basquetbol durante una temporada.
En poco tiempo veremos desfilar movilizaciones que intentan involucrar a jóvenes estudiantes, catedráticos y trabajadores universitarios para, a través de ellos, crear un escenario de protestas que generen suficiente presión para no perder sus ejercicios de manipulación y poder, evitando a toda costa la revisión del erario público que reciben y que es de interés general, pero que sus reacciones desesperadas hacen pensar en el encubrimiento de tajadas que benefician a candidatos y partidos políticos enteros, además de una designación arbitraria de los recursos públicos.
Toda su argumentación carece de bases y fuerza debido a que la autonomía universitaria en ningún momento es vulnerada, ni siquiera se toca cuando se habla de vigilar el correcto uso de los recursos públicos.
Ahora, si el ala financiera de la UAEH posee impecables condiciones, ¿cuál es el miedo?
La UAEH tiene una responsabilidad moral y legal de transparentar los recursos públicos; los discursos manipuladores ya no tienen lugar, no deben olvidar bajo ningún motivo que su naturaleza es la de una institución pública educativa, que su misión es aportar profesionistas al estado y que su deber es mantener estándares educativos y seguir siendo una digna casa de estudios con finanzas sanas e íntegras.
