Morena se prohíbe a sí mismo lo que muchos de sus cuadros ya practican con descaro

Dice Morena que condena la opulencia y las marcas, mientras las redes sociales se inundan con fotos de sus líderes presumiendo relojes, trajes, camisas y zapatos de diseñador, cenas en Polanco y departamentos de lujo.

Por el bien de todas y todos, primero la simulación. En un acto que bien podría catalogarse como un ejercicio de negación colectiva o una limpia tardía de conciencia partidista, el Consejo Nacional de Morena aprobó -por unanimidad y en un recinto de lujo como el World Trade Center- un conjunto de lineamientos éticos que prohíben el nepotismo, el uso de recursos públicos con fines personales y todo tipo de ostentación.

 

En otras palabras, Morena se pone reglas que muchos de sus militantes, funcionarios y representantes han venido ignorando desde que se sintieron tocados por la gracia del poder.

 

La sesión no fue en un centro comunitario, ni en una escuela pública. Fue en el WTC, símbolo mismo del poder corporativo, donde se firmó este nuevo “decálogo moral”. Un decálogo que dice no más viajes en primera clase, mientras algunos legisladores ya han hecho del avión privado su medio de transporte natural. Que rechaza la seguridad privada cuando varios gobernadores no caminan ni tres pasos sin escolta.

 

Dice Morena que condena la opulencia y las marcas, mientras las redes sociales se inundan con fotos de sus deres presumiendo relojes, trajes, camisas y zapatos de diseñador, cenas en Polanco y departamentos de lujo. ¿Autocrítica? No. Más bien, un intento por blindarse frente a las crecientes críticas que arrecian desde dentro y fuera del movimiento.

 

El documento moraliza lo que la realidad desmiente.

 

¿Nepotismo? Pregunten en los estados donde las y los parientes de funcionarios controlan contratos, regidurías y candidaturas. ¿No reelección? Es chiste. Hay quienes ya planchan su segunda o tercera vuelta con el argumento de la continuidad del proyecto. ¿Austeridad? Díganselo a quienes cambiaron el Tsuru por la Suburban sin despeinarse, o a los que con sueldos de servidor público viven como si fuesen parte del club del millón. En pocas palabras, la austeridad en la mayoría de los casos es una farsa.

 

Morena ha querido curarse en salud. Pero no basta con escribir el evangelio de la austeridad si sus apóstoles siguen vendiendo indulgencias con cargo al erario. La ciudadanía ya no quiere discurso: exige coherencia. Y si de verdad se pretende un “comportamiento ético”, el primer paso no es promulgarlo desde una tarima, sino demostrarlo con el ejemplo. Porque el verdadero enemigo de la transformación ya no está en la oposición… está en la incongruencia y en sus vergonzosas intenciones.

 

¿Quién fiscalizará a los fiscalizadores?, ¿quién medirá la humildad de los nuevos poderosos? En Morena la lucha ya no es sólo contra el pasado priista. Es contra el espejo.

 

Y de entrada, de haber tenido buena voluntad para nutrir esos nuevos lineamientos, hubieran empezado por llevar a Febronio Rodríguez, presidente municipal de Tianguistengo, para servir de muestra de en lo que se ha convertido la Cuarta Transformación, al menos en Hidalgo.

 

EL CONSPIRADOR 


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