La imagen es desgarradora y estruja el corazón: una madre se abraza al cadáver de su niñita atropellada por una camioneta del servicio público de la ruta Hacienda Margarita-Central frente al fraccionamiento Xochihuacán.
Cuando llegó la ambulancia 731 de la Cruz Roja ya nada se podía hacer, la pequeña de apenas once años ya había fallecido.
De nada sirvieron las lágrimas y gritos de dolor de su madre y el coraje de sus familiares por este hecho que se suma a la forma agresiva con la que se conducen las unidades del servicio público.
De nada sirvieron las palabras en gritos lastimeros de una madre intentando en vano devolverle la vida a su niñita del alma.
La sábana que cubría a la pequeña dejaba ver una de sus manos y un suéter rojo, el de su uniforme que día tras día llevó a la escuela.
Es un hecho lamentable que debe dejar lecciones y decisiones para todos.
Para la autoridad del transporte, que con todo y nueva Ley se ve que no ha logrado poner orden en las exigencias que tienen los choferes para hacer rutas en tiempos que se convierten en trampas para la seguridad, y ni se diga, por lo que se ve, en la mala elección de conductores que manifiestan inexperiencia en la manejada, sin que al parecer se siga un protocolo de selección riguroso para la seguridad de usuarios y ciudadanía de a pie.
Es evidente que debe haber más fuerza en el renglón de choferes y el manejo de las rutas, donde la única regla que vale es la ganancia del dinero a costa de la seguridad.
Las lágrimas de esta madre deben sembrar más cuidado de los familiares de los estudiantes que tengan contacto con este servicio y necesidad de atravesar, caminar o estar en carreteras como la Pachuca-Ciudad Sahagún.
Para el responsable de las carreteras parece obvio que urge crear, instalar o hacer cumplir medidas que eviten las altas velocidades de vehículos en zonas escolares.
Para los maestros es un llamado de atención para instrumentar medidas que salvaguarden la integridad de sus alumnos en coordinación con los padres de familia y la autoridad.
Para las autoridades que vigilan las carreteras con patrullas y vehículos, está la urgencia de ponerse las pilas para vigilar el buen uso de las carreteras y no incrementar la idea de que su acción tiene especial actividad en la recolecta de dinero con multas por lo menos dudosas.
Sólo así la vida de esta niña dejará frutos buenos para sus compañeros de escuela y para toda la comunidad.
Si no hay respuesta responsable de todos a la muerte de una niñita, su partida habrá sido en vano.
Y la verdad no se vale que todos se laven las manos en este hecho.
Va para sus padres y familiares un abrazo solidario y para los que tengan responsabilidad en este caso la exigencia de respuestas adecuadas, porque dándole valor y trascendencia a la muerte de esta pequeña, estamos protegiendo a nuestros propios hijos.
El llanto y los gritos de dolor de esta madre llorando a su niña exigen respuestas.
