Cuando se revisa la desintegración, éxodo y defección de la derecha y su nítida migración hacia Morena, sobresale la astucia matrera del gran Tlatoani López Obrador, que fue capaz de entender que los cimientos de la izquierda no podían construirse desde el piso firme de la ideología, por lo que la hibridación política, bajo el cerrojo de la toma de decisiones en los puestos claves de la lucha política, era el mejor esquema de fortalecimiento de su proyecto político de nación.
Esto explica ampliamente por qué la hibridación del pluralismo político integrativo se convirtió en el “mal necesario” de la conformación de la izquierda, la cual de manera ambivalente en el salto estratégico que dio AMLO abandonando al PRD y, posteriormente, creando un movimiento político como plataforma a la toma del poder fue capaz de crear un proceso político de absorción de fuerzas hacia su interior.
El científico Humberto Maturana es el creador del concepto de autopoiesis -capacidad de un organismo de reproducirse a sí mismo, como sucede con nuestro cuerpo cuando comemos y reproducimos nuestra vida-, el cual permite entender que la reproducción orgánica de un proceso político no se mantiene, invariablemente, desde la “pureza” ideológica y, mucho menos, desde la coherencia política. Estos son factores, precisamente, en proceso; lo que implica que ninguna fuerza se matiza en su justa dimensión.
Esto ha sucedido con nitidez en el paradigma de izquierda en Morena, que no podía crear un “juego de suma cero”, derrotando al oponente y llevándolo al exterminio, pese a que la retórica de algunos personeros de izquierda, como Gerardo Fernández Noroña, así lo exprese.
En esta lógica, el sustento de la amnistía política que inició López Obrador reconoció a aliados y lealtades que no necesariamente se habían edificado en la izquierda, sino desde el acuerdo político. Esto explica la Embajada en Noruega de Omar Fayad, quien históricamente edificó su trayectoria en el PRI y posteriormente erigió el Grupo Plural Independiente como fuerza política ambivalente que le permite jugar más allá de las lógicas partidistas.
En este sentido, no podemos comprender y explicar, prácticamente, a ninguna fuerza política en México que haya mantenido coherencia plena del acto, consecuencia política y, mucho menos, pureza ideológica. Todo indica que el pragmatismo político impera en la escena nacional.
Por ende, uno de los cuestionamientos a vox populi de la ciudadanía estriba en que no suele apreciar “pureza política” en Morena y acusa a la amalgama de actrices y actores que, de manera ambivalente, engrosan sus fuerzas políticas y cuya extracción política lo mismo es del PRI, del PAN o el PRD, y de los que por apetito personal se encaraman en Morena.
Onésimo Serrano es el movimiento más reciente en este pragmatismo político, que entraña que Morena está gestando una fuerza que va más allá de la amnistía política que inició López Obrador y que, ahora, pretende crear una hegemonía política superior a lo que en la historia de México edificó el PRI. La apuesta parece osada por las implicaciones que conlleva la hibridación política; sin embargo, los trazos y la arquitectura que bosquejó López Obrador siguen vigentes y el claudismo los ha hecho suyos y expresado en diferentes entramados a nivel nacional.
Lo importante a distinguir en este proceso de pluralismo político integrativo son dos entramados. I. Las actrices y actores que arribaron por éxodo del PRI, PAN y PRD, en búsqueda de un acomodo de trayectoria política e intereses de grupo y personales; y, II. Los que en el ajedrez político fueron llamados por estrategia de conformación de fuerza.
Onésimo Serrano, al igual que el cúmulo incontable de figuras de la palestra política que han dado el salto a Morena, permite apreciar que los límites teóricos de la izquierda obradorista y del claudismo en ascenso, van más allá del análisis científico en torno a lo que implica en la Real Politik, jugar para crear y crear para jugar en la política.
