El PAN —histórico partido fundado en 1939— decidió dar un giro estético y estratégico que puede leerse como respuesta urgente a su crisis reciente. Bajo la conducción de Jorge Romero Herrera, el partido presentó un nuevo logotipo, anunció la ruptura con alianzas tradicionales (especialmente la del PRI) y buscó proyectar una “nueva era” para recuperar relevancia política.
Este movimiento —más allá del cambio gráfico— tiene implicaciones profundas. En lo simbólico, el PAN abandona el icónico círculo azul que lo había identificado por décadas, y adopta una imagen curvada, estilizada, más “moderna”. En lo estratégico, se declara una ruptura con viejas coaliciones, una apuesta por afiliar “ciudadanía”, por procesos internos más abiertos y por recuperar una identidad original.
Desde el punto de vista político este cambio es importante debido a los resultados recientes del PAN que han sido decepcionantes. Al relanzar su imagen intenta revertir la percepción de partido “estático”, atrapado en esquemas del pasado, y atraer votantes que buscan frescura, participación y autenticidad.
De igual manera pretende reafirmar su identidad propia al cortar con alianzas históricas, el PAN pretende reconfirmar que sus siglas y valores propios son suficientes para representar una opción política viable. Eso puede reforzar coherencia interna y marca electoral.
En la era digital la primera impresión importa. Un logo moderno, una narrativa de apertura y procesos participativos pueden significar mayor atractivo entre los sectores jóvenes o desconectados del “panismo tradicional”.
Aunque como todo nuevo proyecto lleva implícito ciertos riesgos, y en este caso un cambio de logotipo no equivale automáticamente a un cambio sustantivo en políticas, comportamiento institucional o credibilidad pública. Si la imagen cambia pero persisten los mismos vicios o desconexiones, el efecto será mínimo o incluso negativo. Muchos opinólogos refieren que el PAN cambia de logo, no de rumbo.
Es evidente que de manera interna estos relanzamientos pueden generar resistencias: militantes, cuadros históricos o distintos sectores pueden verlos como poco consultados, superficiales o desconectados de la base real.
Externamente, ante un electorado cada vez más exigente, el símbolo debe acompañarse de acciones tangibles: mayor transparencia, mejores procesos internos, resultados territoriales reales. De otra forma, el nuevo logo puede verse simplemente como un disfraz.
El relanzamiento del PAN bajo Jorge Romero tiene, sin duda, un valor simbólico y estratégico relevante. Es una señal de que el partido reconoce su crisis, acepta la necesidad de transformarse y busca proyectarse hacia el 2027 con renovado impulso.
Sin embargo, el verdadero desafío no estará en “cómo se ve” el PAN, sino en “cómo actúa”. El verdadero cambio sería saber qué tan dispuestos están en modificar sus estatutos para darle paso a una visión política que sea capaz de ser atractiva. Si esta nueva era se traduce en candidatos de apuestas ciudadanas, procesos primarios abiertos, resultado electoral real, entonces la imagen renovada tendrá sentido. Pero si sólo cambia el logotipo y no la sustancia, la oportunidad podría perderse y la percepción de rutina política se reforzará. Es decir, nunca más se les puede meter una candidata como Carolina Viggiano que no conectó nunca con el partido blanquiazul.
En política la forma importa pero el contenido decide. El PAN ha dado el primer paso al cambiar su cara. Ahora debe demostrar que también cambia su cuerpo, una parte de su ADN y su dirección.
De entrada, una asepsia al interior del PAN en Hidalgo le vendría bien para evitar cargar con el desprestigio como el del diputado federal Asael Hernández por decir alguno, quien en muchos años no ha sido capaz de hacer diferencia en el tablero político en favor del partido azul y blanco. Y así como él, existen muchos perfiles que sólo ocupan el partido como un trampolín para después ir en busca de otros espacios como el exdiputado Jorge Miguel García Vázquez, quien en la 63 Legislatura zarpó al barco de Morena.
Una cosa es el logo y otra la esencia que mueve a un partido rumbo a nuevos resultados.
