A principios de abril de este año, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en su reunión en Paraguay, señalaba que los países del sur de América podrían crecer entre el 1.5% y el 2%; en cambio, la economía mexicana estaría sujeta al desenlace de las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y, por supuesto, a los caprichos del impredecible presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que tiene a México y a los mexicanos en la mira rumbo a su reelección.
Sin embargo, el BID iba más lejos en sus proyecciones y proponía crear una zona de libre comercio entre los países de América Latina y el Caribe: crear un mercado único de más de 5 billones de dólares, con una población de más de 625 millones de personas que aportan hoy más del 7% del PIB mundial.
Para lograrlo, el BID proponía avanzar en una integración sencilla y flexible, centrada inicialmente en las ventajas comerciales de cada país y edificada sobre la red de acuerdos comerciales existentes hasta ahora, cuyo modelo podría ser la Alianza del Pacífico, la cual agrupaba inicialmente a México, Chile, Colombia y Perú, pero cuyos pilares podrían ser Argentina, Brasil y México.
Ahora, en su XII Cumbre de la Alianza del Pacífico, efectuada en la ciudad de Cali, Colombia, los tres países fundadores de este acuerdo comercial decidieron iniciar su expansión al admitir a Australia, Canadá, Nueva Zelandia y Singapur como miembros asociados, con lo cual proyectan aumentar el volumen del comercio y las inversiones en la región Asía-Pacífico, dando con ello una bofetada al proteccionismo comercial que pretende reinstaurar el presidente Trump detrás de sus murallas arancelarias y su muro fronterizo.
Este paso permitirá que el bloque regional que hoy constituye la octava economía del mundo, que ha sido capaza de desgravar al 92% de sus productos de aranceles y tienen un mercado de más de 214 millones de personas, con un PIB per cápita de 16 mil 500 dólares por persona, potencie su peso en el comercio internacional en la región del Asia-Pacífico, pero sobre todo responda al proteccionismo de Trump, quien retiró a su país del Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica (el Trans-Pacific Partnership -TPP-), integrado por Japón, Australia, Brunei, Canadá, Chile, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur, Estados Unidos y Vietnam.
Pero se siguen enredando las cosas en el fondo, pues dentro de los acuerdos de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeña (CELAC), está la obligación de los países de trabajar por la convergencia de los procesos de integración regionales y subregionales, algo que se arrastra desde la Cumbre de América Latina para la Integración y Desarrollo (CALC), efectuada en Salvador de Bahía, Brasil, en 2008, pero que al parecer es letra muerta para México, que está mostrando que sus proyectos están lejos de América Latina, lo cual le reprochan algunos países suramericanos por mostrar falta de lealtad a sus compromisos de integración regional.
Los candidatos a ingresar, como Costa Rica y Panamá, continuarán esperando. La Alianza del Pacífico, surgida cuando Colombia quedó aislada del resto del continente cuando rompió relaciones con Venezuela y Ecuador, es claramente un instrumento comercial, un medio para llegar a la asociación con los países de la Cuenca del Pacífico y un instrumento para frenar los esfuerzos integradores de Brasil, Argentina, Venezuela, Bolivia y Ecuador.
Es cierto que si bien en los años noventa el libre comercio parecía la llave para superar el subdesarrollo y la pobreza en el mundo, hoy la experiencia de la Unión Europea muestra que la búsqueda de la complementariedad de las economías y un compromiso compartido por el desarrollo común, en el marco de la integración regional, puede ser más provechosa para los países, que pugnar sólo por la liberalización del comercio.
Eliminar los aranceles entre países para crear una zona de libre comercio, como ha pasado con el TLCAN y los otros 15 tratados comerciales firmados por México, no permite contraer compromisos compartidos por el desarrollo futuro de los países y al final, los inversionistas terminan instalándose en el país que tenga los aranceles más bajos, para exportar sus productos a los mercados de los otros miembros de la zona, como ha sido el caso de México con Estados Unidos, pero tampoco van a solucionar los problemas de crecimiento de México, sólo aumentará la competencia en sus mercados, basta ver los resultados del TLCAN en términos de crecimiento y desarrollo.
Es absurdo suponer que los tratados de libre comercio, el TPP y de la Alianza del Pacífico podrán hacer posible el milagro del crecimiento mexicano. Me parece una nueva forma de engañar a los mexicanos, como las reformas emprendidas al iniciar este sexenio; sin duda, es más creíble la propuesta y la apuesta del BID a la integración regional de América Latina y el Caribe.

Por: José Luis Ortiz Santillán
Economista, amante de la música, la poesía y los animales. Realizó estudios de economía en la Universidad Católica de Lovaina, la Universidad Libre de Bruselas y la Universidad de Oriente de Santiago de Cuba. Se ha especializado en temas de planificación, economía internacional e integración. Desde sus estudios de licenciatura ha estado ligado a la docencia como alumno ayudante, catedrático e investigador. Participó en la revolución popular sandinista en Nicaragua, donde trabajó en el ministerio de comunicaciones y de planificación. A su regreso a México en 1995, fue asesor del Secretario de Finanzas del gobernador de Hidalgo, Jesús Murillo Karam, y en 1998, fundador del Centro de Estudios de las Finanzas Públicas de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.