Y dejé de beber el agua que me daban por las mañanas. Mina tenía razón y corazón, el agua contenía el medicamento disuelto. Entonces volví a ver a mi hermano, justo en el momento necesario.
El motín duró un día, los autores fueron Los Tezcas, la pandilla rival. La noche anterior programaron una reunión en secreto con el Chak para supuestamente unir a las dos bandas y éste cayó en la trampa. Tomaron rápidamente el control del reformatorio, mataron en la confusión a los principales líderes de Los Quetzales e impusieron su violenta ley a todos. A mí me interrogaron en mi celda.
—¡Dónde está la lana!
—Todo el efectivo lo tenía el Chak en su celda.
—¿Es todo?
—¿Les parece poco doscientos cincuenta mil pesos?
—¡No me hables así, chamaco pendejo! —me dice Eloy, diecisiete años, homicidio calificado.
—¿Qué más quieren?
—Queremos que sigas haciendo lo mismo que estabas haciendo, pero ahora me darás el dinero a mí.
—No.
—No qué.
—No voy a seguir haciendo lo mismo.
Eloy se queda pensando, mira a sus compinches y, cuando voltea a verme de nuevo, me sorprende con un puñetazo en el ojo.
—A mí nadie me dice que no, chamaco pendejo. Así que, o haces lo que hacías con el Chak o aquí te lleva la chingada todos los días. Piénsalo bien, mañana regresamos.
Salen y me dejan encerrado, el motín continúa en ascenso y sólo alcanzo a escuchar los gritos, sirenas y disparos que provienen desde el gran patio. Un helicóptero. ¿O dos? Dos. Me siento en el camastro y pienso en mi hermano.
—¿Dónde está ahora? —pregunta la doctora.
—Está secuestrado.
—¿Por quién? —pregunta torpemente.
—Eso es lo que quiero saber.
¿Te acuerdas cuando platicábamos sobre el origen de la vida? ¿Te acuerdas cuando fuimos por primera vez a la playa? ¿Te acuerdas de nuestra primera travesura? Sigo pensando pero él sigue en otro lado. Me recuesto, miro la pared y, a lo lejos, escucho el desmadre. Cierro los ojos.
Aristóteles dice que todos los seres somos actualidad y potencia, me platica Mina. Esto es, lo que somos y lo que podemos llegar a ser. Me encanta esta filosofía porque el cuerpo no es un obstáculo para alcanzar o encontrar la verdad, sino un elemento fundamental para la realización total, sea del ser o de la instancia para comprenderlo. Por ejemplo, la semilla del pino es muy pequeña, como tú, su actualidad, tu actualidad; pero es la potencia de un pino. ¿Tú qué potencia serás? Aquí la idea de que el cuerpo es una prisión se desvanece. ¿Me entiendes?
Me despierta una explosión. La policía ha derribado el portón principal con un camión blindado, avientan gases y entran disparando a todo el que oponga resistencia. Me escondo bajo la cama, me tapo con la cobija del lacrimógeno y, minutos después, escucho el típico grito de amenaza.
—¡Salgan todos con las manos en alto!
El gas se dispersa y varios internos están sometidos en el pasillo principal, algunos muertos. Llega un hombre con casco y máscara y, apuntándome, me grita que salga; pero le digo que no puedo, que estoy encerrado. Intenta abrir la puerta de la reja y lo comprueba.
—Me tengo que ir, doctora —le digo y me levanto.
—Pero aún no concluimos la sesión.
—Tengo que irme.
—¿Y qué pasó con la fuga?
—Gracias por todo.
—¿Por qué te vas?
—Tengo que buscar a mi hermano.
—¿Vas a volver? —pregunta luego de una pausa.
—No lo sé —digo luego de suspirar y me voy.
¿Adónde? No importa. No puedes huir de ti. Lo sé. ¿Entonces adónde vas? No lo sé.
Continúa 25

Por: Serner Mexica
Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".