Ser y Devenir 52

Morir es dormir

 

¿Cómo piensa un filósofo? Estoy hasta la madre. ¿Cómo vive? No quiero ir a ningún lado. ¿Cómo ama? Ya no siento nada. ¿Cómo muere? Matándome diariamente. ¿Qué hiciste? Esperé que la lluvia terminase, me puse mi gabardina y dejé en el restaurant la botella de mezcal a la mitad. No he comido y no tengo hambre. Las calles brillaban por la luz artificial de los faroles, letreros y postes. No se ve la luna. Deambulé inútilmente por las calles mojadas, no pude encontrar mi coche y tomé un taxi en Insurgentes. Estoy cansado. Llegué a mi casa, me recibió el gato maullando de hambre y, luego de darle leche, me derribé en el sillón. Uno de los ladrillos en el techo tiene una grieta que semeja un perro corriendo. Puerquito. Sus orejas, su cola y el hocico con la lengua de fuera. Mi perro de niño.

—¡No!

—Es la única manera de encontrarlos —sigo insistiendo—, así que voy a dejar que me atrapen esos malditos policías para encontrar a nuestros amigos.

El plan era simple, dejarme aparecer en el semáforo de Salto del Agua pidiendo dinero a los automovilistas y los cazadores de niños aprovecharían su alevosía al verme sin compañía. A pesar de las negativas de Samantha y la Ñera, sobre todo la primera, salí decidido del vagón oxidado seguido por Puerquito.

—¡No te lo lleves! —dijeron las dos al mismo tiempo, pero mi amigo no hizo caso de su llamado; éste sabía, mejor dicho, sentía que tenía que acompañarme. Seguí intuitivamente mi destino seguido de mi mejor amigo, mi perro Puerquito.

¿Qué es el destino? ¿Una decisión o el ser en el olvido?

10:01 am. En sólo tres semáforos he acumulado veinte pesos. 11:22 am. Doscientos pesos. ¿Por qué no habíamos hecho esto? Lo pienso cuando, acechándome, un automóvil blanco me cierra el paso. Lo evito y me retiro todavía pensando que es fortuito, sin embargo, se bajan tres de los inconfundibles policías vestidos de civil. Los cazadores de niños me siguen, me echo a correr y me persiguen.

Me meto al mercado de San Juan y la persecución enloquece. Recorro a toda velocidad los pasillos esquivando por centímetros a clientes, comensales, productos, cajas, sillas, despachadores y vendedores ambulantes. Hasta que escucho que Puerquito se rezaga ladrando a la distancia, me detengo buscándolo con desesperación, angustia y terror. Veo que uno de ellos lo jalonea del cuello y, cuando estoy a punto de ir por él, un sujeto me toma por la espalda aplicándome la llave china. No obstante soy pequeño y logro zafarme, pero llega otro y me derriba de un puñetazo en el estómago. Estoy en el suelo sin aire, adolorido y asustado, intento levantarme pero siento la fuerza de un pie sobre mi cuello y luego sobre mi cabeza. Puerquito logra zafarse y a toda velocidad llega conmigo y con sus diminutos ladridos me defiende, hasta que alguien lo patea brutalmente. Cae fuertemente al lado de unos huacales, saca la lengua y su cabeza se desvanece.

—¡Dejen al niño en paz! —alguien grita y comienzo a llorar. Puerquito no se mueve.

 

Continúa 53

Por: Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".






EL INDIO FILÓSOFO - Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".