¿Hay vida en otros planetas? El universo es ilimitable. ¿Pero acaso nuestro concepto de vida? Esa aclaración lo cambia todo. ¿Y tiene sentido hablar de ‘vida’ en otros planetas? Nuestro concepto de vida corresponde a las características del planeta tierra, por lo que aquello que pareciera tener vida no sería una vida en nuestro sentido sino, en todo caso, un caso de semejanzas de familia (Wittgenstein). La definición de vida no se adecuaría, a menos que consideremos vida todo aquello que pareciera tener vida. ¿Las estrellas tienen vida? Otro caso de semejanzas de familia. Las estrellas tienen vida en tanto que nacen y mueren, pero no en cuanto a la reproducción. ¿Qué buscan los científicos en otros planetas? Agua, porque en nuestro planeta el agua es imprescindible para la vida. ¿Error categorial? Una cosa es considerar el agua como nuestro supremo valor planetario y otra que creamos que hay o hubo vida en todo planeta que encontremos agua o haya residuos de ésta.
¿Y si los ovnis son animales y no naves espaciales? No seas mamón, me dice mi hermano. Un animal tan extraño que no lo entendamos, que no comprendamos su naturaleza y que por ser de otro planeta no podamos asociarlo con ningún ser vivo así que sólo lo identificamos como un disco volador. Estás loco. En el océano encontramos especies que parecen de otro planeta, especies que ni siquiera parecen animales y no por ello decimos que son extraterrestres. ¿Crees que lo son? De ningún modo, éstos cumplen con las características de la vida en nuestro planeta. Extraña coincidencia sería que los seres de otros planetas tuvieran rostro, brazos y piernas.
¡Riiing! ¡Riiin-
Una llamada del teléfono celular me delata y Puerquito ladra, algunos de los hombres en el sótano voltean y uno de ellos nota mi presencia. Me señala, los otros voltean y todos se mueven dirigiéndose a una escalera. Me levanto de un brinco, cargo a Puerquito y corro con todas mis fuerzas hacia la barda. Intento brincarla pero comienza una lluvia de balas.
El pensamiento antimetafísico propone una libertad total, sé lo que tú quieras, pero también —como dice Nietzsche— hay que asumir las consecuencias. No quieras libertad total y en el primer tropezón quieras ir a llorar a la iglesia. Es un peso brutal porque no hay a quién acudir más allá de este mundo. Es una sentencia pero también es la infinitud de todas nuestras posibilidades. No estás determinado en nada, ni siquiera en tu esencia; ésta se crea a partir de una roca pero todo se transforma. Lo que los adultos te dijeron que eres no te lo creas, lo que te dijeron que tenías que hacer tampoco lo obedezcas, sólo sigue tus instintos. Cada categoría en la que puedes reconocerte implica una responsabilidad pero sólo en la convención de una comunidad, sus reglas colectivas y sus sanciones coercitivas. Pero pregúntate, ¿lo hago porque quiero o porque debo hacerlo? ¿Y debo hacerlo aunque no quiera? ¿Aunque no lo sienta? ¿O sólo debo hacer lo que me nazca? ¿Con quién quieres estar bien? ¿Con tu espíritu o con el aplauso del rebaño? Coincidir es un accidente, no un deber (en ninguno de los sentidos). ¿Cuál es el criterio de demarcación entre el bien y el mal? La pregunta está mal planteada. No es un criterio sino un sentimiento. Sentir el deber. Y si no lo sientes significa que no lo debes hacer.
¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!
Nos refugiamos detrás del árbol, su corteza y la tierra y algunos pedazos de piedra salen volando por los disparos. Un chiflido seco como el último tiro, volteo a ver a Puerquito y está muerto.
Todos nos vamos a morir, escucho la voz de mi hermano.
Respiro rápido, aprieto los dientes y siento el cerebro agitado, mientras tanto, la voz del líder, aún sin verme, se me acerca apuntando, amenazando:
—¡Dónde estás, hijo de tu puta madre!
Conforme se acerca agarro sigilosamente la pistola, sólo dos balas para él y media docena de siluetas a contra luz de los faroles. Las largas sombras de sus secuaces se mantienen inmóviles a la espera del hombre que se encuentra cada vez más cerca.
—¿Seguro vieron algo? —voltea preguntándoles, algunos asienten y otros a medias le contestan—. ¿Dónde estás, hijo de la chingada? —me sigue buscando—. Deja que te agarre y te vamos a violar como a todos los chamacos.
¡Bang!
Le meto una pinche bala en la frente.
Continúa 58

Por: Serner Mexica
Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".