Ser y Devenir 97

Con Elisa me siento como en el mundo presocrático, en el que la relación entre razón y sensibilidad no son un problema filosófico. Con ella me siento en equilibrio, como cuando lo apolíneo y dionisíaco no eran antagonistas radicales sino hermanos de un espíritu más allá del bien y del mal. Con ella me siento en armonía:

—¿Qué es lo bueno y qué es lo malo (en sentido filosófico)? —me pregunta.

—Es algo que se siente.

—¿Tú qué sientes dentro de ti?

—El bien.

—¿Y...

—A veces el mal.

—¿El bien y el mal para ti o para los demás?

—Depende.

—¿De qué?

—De mi momento filosófico.

—¿Para sentirlo o analizarlo?

—Ambos.

—¿Puedes tener un momento filosófico en el sentir y otro en el pensar sobre lo mismo?

—Sí.

—¿Cómo puede ser?

—Tú eres mi equilibrio.

Antes de Sócrates las verdades eran apropiaciones que residían en el espíritu místico-estético del individuo o agrupación caracterizada por éstas, hasta que llegó el maestro a cuestionarlo todo. Los conceptos, el aparente uso de las palabras y su sentido fundamental eran contradichos por innumerables contraejemplos. Estamos en la antítesis de la sociedad griega en donde ahora se dispone de la lógica, la herramienta universal antes dormida e instrumento tan democrático como el uso del lenguaje. Por eso lo condenaron a muerte y, quienes lo hicieron, tenían razón en obligarlo a tomar la cicuta si no se retractaba. El viejo estaba corrompiendo a la juventud, desestabilizando el status quo y todas las antiguas ideas se estaban viniendo abajo por su método dialéctico. No obstante, después de Sócrates las verdades tenían la posibilidad de ser descubrimientos personales, re-conocimientos ontológicos por la mayéutica como metodología vital para comprender los deslindes entre el bien y el mal, lo bello y lo feo, la verdad y la falsedad.

—¿Jesús también fue un revolucionario?

—Ya te dije que no creo en Dios —me dice Elisa.

—Yo tampoco.

—Pero no fue un auténtico revolucionario.

—¿Por qué?

—Un revolucionario jamás miente.

Silencio.

—Aunque también fue juzgado —le digo— y, a la postre, sentenciado a muerte.

—Era un pendejo.

—¿Pero de verdad mentía? Tal vez se creía todo lo que decía de sí mismo.

—No me importa si sabía o no sabía, al final eso es lo de menos.

—Bueno, lo primero desvirtúa por completo su identidad divina y lo segundo sólo lo hundiría filosóficamente, aunque para mí esto último sería lo peor.

—Propagaba una terrible falsedad, la ilusión de que hay otro mundo y la infiel esperanza de que ahí todo será mejor. ¡Pero no hay ahí!

—El mundo metafísico.

—¡Su verdad es la nada!

Ella tenía razón, razón sensible, sensible comprensión de la realidad. ¿Un esclavo liberando falsamente a su pueblo? ¿A todos los pueblos? ¿Al mundo entero? Antes de Cristo no había dioses para los esclavos y los dioses grecorromanos eran exclusivos de los ciudadanos, quienes se identificaban legítimamente con éstos; empero, ¿con quién podían identificarse los esclavos? Sólo con un mártir como ellos.

—“El cristianismo es un platonismo para el pueblo”, dice Nietzsche con razón.

—¡El mismo engaño! —ella subraya—. Y fuente de falsas existencias, como preferir someterse al injusto en vez de luchar por la justicia.

—Porque según ellos no importa lo que pase en este mundo físico, la verdad está en el mundo metafísico de las Ideas para uno y en el reino de los cielos para el otro.

—¡Su verdad es la nada!

Con Elisa me siento en armonía.

 

Continúa 98

Por: Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".






EL INDIO FILÓSOFO - Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".