Tepehuacán rompe con el pasado: el poder ya no se hereda, se honra

Tepehuacán estuvo bajo el dominio de una sola familia durante casi un siglo; ahora, la conciencia social empieza a florecer y el municipio se empieza a despojar de su pasado gris, de su pasado de sometimiento y de sus vestigios caciquiles. La gente despierta, la gente se da cuenta que existe otra forma de vivir y de gobernar.

Durante casi un siglo, Tepehuacán de Guerrero fue más que un municipio olvidado: fue rehén de un cacicazgo que convirtió la política en herencia y la administración pública en patrimonio familiar. Mientras otras regiones avanzaban, esta tierra quedó atrapada entre caminos destrozados, pobreza estructural e ignorancia cultivada. No por geografía, sino por diseño: una sola familia impuso su dominio, bloqueó la participación ciudadana y sembró el miedo como forma de gobierno.

 

Pero algo ha cambiado. Y no es sólo la infraestructura o la gestión pública: es la conciencia social que empieza a florecer desde la base, desde lo más puro. En un acto tan simbólico como profundo, una niña ocupó la silla presidencial durante un ejercicio cívico que marca un antes y un después. Ashly Jazbeth Salas Gómez no sólo participó en el concurso Niño o Niña Presidenta por un Día”. Encarnó la esperanza de una nueva generación que no quiere repetir la historia, sino escribirla con valores, educación y justicia.

 

Este gesto, impulsado por el presidente municipal Francisco Martínez Enríquez, es mucho más que una actividad cultural. Es una ruptura con la herencia del autoritarismo. Es un mensaje claro: en Tepehuacán, el poder ya no será privilegio de unos cuantos ni volverá a ser trofeo de clanes. Se empieza a construir un municipio donde la voz de la niñez pesa más que el apellido, donde la empatía sustituye a la imposición y donde las ideas valen más que las alianzas oscuras.

A quienes sueñan con revivir el pasado, este acto les grita que el futuro ya llegó… y no les pertenece.

 

Tepehuacán está despertando. Y cuando una niña se sienta en la silla del poder no es un juego. Es una advertencia: aquí ya no manda el miedo, aquí, gobierna la dignidad.

 

El municipio se empieza a despojar de su pasado gris, de su pasado de sometimiento y de sus vestigios caciquiles, la gente despierta, la gente se da cuenta que existe otra forma de vivir y de gobernar.

 

Atrás quedarán para la historia recuerdos demoledores de que nadie hizo nada por mejorar las condiciones de vida de las y los habitantes de este municipio enclavado en la Sierra alta del estado. La gente acusó hartazgo y busca legítimamente un mejor porvenir.

 

EL CONSPIRADOR 


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