Sólo Vicente Fox y Enrique Peña Nieto pudieron emular las chambonadas del chavo del 8, que dejaron a la posteridad una dolorosa lección histórica de que la pirotecnia política se usa para festejar, jamás para brillar.
Hemos sido testigos en el sexenio de la presidenta Claudia Sheinbaum de la danza de los despistados. De aquellos personeros que parecen perder la brújula como élite política en Morena y fuera de ella, que lo mismo le dan la espalda a la investidura presidencial que realizan críticas confusas y fuera de lugar a personeros de la administración de Julio Menchaca, y qué decir del despropósito de la senadora Andrea Chávez de emerger como figura salvadora y mesías de la salud en estampas de ambulancias en su natal Chihuahua.
La sentencia sigue siendo la misma: en Morena “ni son todos los que están, ni están todos los que son”.
La impericia y el despropósito político no deben imperar en el gobierno de izquierda, porque cualquier traspié es magnificado a grado de sacrilegio político por la oposición que, a falta de proyecto y conducción política, se aferra a la crítica mordaz, por lo que ¿por qué darle esperanzas al calvo de que le salga pelo?
No pueden primar torpezas políticas en Morena y, mucho menos, cuando se está tratando de construir un proyecto político nacional que emergió de una lucha social que se sobrepuso a la maquinaria aplastante de la monarquía sexenal del antiguo régimen. ¿Acaso esto lo han olvidado las fuerzas de la izquierda que vivieron bajo el yugo político, el fraude electoral y la represión y persecución política del Estado?, ¿es acaso que las lecciones de Tlatelolco 1968 y Ayotzinapa se pasan a tabula rasa?, ¿qué pretende la danza de los despistados que juegan a la ingenuidad que asemeja a pendejos en plena pubertad?
Tianguistengo asoma en la pirotecnia política pero no por el brillo de sus acciones municipalistas y el dispendio festivo de más de 2.5 millones de pesos, mientras el 78% de sus 15 mil habitantes vive en pobreza extrema.
La fiesta del onomástico de la hija del alcalde de Tianguistengo, Febronio Rodríguez, causa revuelo no sólo porque deja sobradas dudas por su apoteósica juerga sobre el posible uso del erario público en prospectiva de malversación, sino porque aunque su financiamiento provenga del fruto del trabajo lícito, encuba las sombras de la danza de los despistados, que no han entendido que el ejercicio de gobierno en un país donde la realidad social es desigual, asimétrica y carente de la generación de oportunidades para los que menos tienen, no puede dar un espectáculo de esta magnitud en la jauja de un funcionario público, pertenezca o no a Morena.
La austeridad republicana no es un llamado a cuidar el gasto público o reducir costos de operación del ejercicio de gobierno a todo nivel. Es un axioma, un principio de conciencia y ética pública que deben privilegiar los funcionarios del gobierno, pertenezcan o no a Morena, en pro de una sola causa justa: el pueblo.
¿Qué no ha quedado claro la infamia política que se vivió por décadas que mantiene a más del 90% de las y los mexicanos en pobreza?
El alcalde Febronio Rodríguez da la nota alta en Tianguistengo no por el brillo de su administración en el beneficio de las causas justas de su pueblo, sino porque es la huella fiel de esa clase política indolente e insensible a lo pestilente que le da la espalda al pueblo y, de manera inconsciente, se mueve en las estelas de ese pasado político que no acaba de sucumbir, pese a que la mayoría de las y los ciudadanos sufren el quebrando de esa desigualdad social que no debe primar desde y con el ejercicio de gobierno.
Tianguistengo es una lección no aprendida. ¿Cuántos Tianguistengos tiene que sufrir la ciudadanía para poder acabar con la indolencia del ejercicio de gobierno?, ¿cuántas faltas de respeto a la investidura presidencial debe tolerar el pueblo y la izquierda?, ¿hasta cuándo los despistados en Morena harán críticas confusas y fuera de lugar a secretarios del gobierno de Julio Menchaca? y ¿cuándo aprenderán las y los personeros de Morena que los programas sociales y su trabajo público no son una pasarela para lucir su figura?
Tianguistengo es la lección no aprendida.
