2006 quedó olvidado: Germán, estás perdonado

La inclusión de Germán Martínez Cázares a la candidatura plurinominal para llegar al Senado por Morena cimbró a la opinión pública. No es para menos. En un país de tan corta memoria, hace apenas 12 años el expresidente del Partido Acción Nacional y amigo personal de Felipe Calderón, con tres décadas de militancia blanquiazul, embestía contra Andrés Manuel López Obrador y lo responsabilizaba con un discurso iracundo de la crisis política postelectoral de 2006. Hay que recordar el adusto rostro de Germán Martínez cuando exigía, colérico ante los micrófonos de los medios de comunicación, que López Obrador reconociera el resultado y aceptara que Felipe Calderón era el presidente de México.

Todavía siguen presentes en la memoria colectiva aquellos días de crispación. El antagonismo de ambas fuerzas recordó la fragilidad de la naciente democracia mexicana. Durante la campaña operaron desde Los Pinos los promotores del panismo de Calderón, así, con el patrocinio de la COPARMEX y la complicidad de la prensa, radio y la televisión, se implementaron las peores prácticas de propaganda negra con el único propósito de sacar de la contienda al candidato que unificaba a los partidos de izquierda. La sociedad entonces quedó dividida entre quienes defendían la causa de AMLO y quienes avalaban el dudoso triunfo de Calderón. El vocero del calderonismo y más aguerrido crítico de López Obrador fue precisamente Germán Martínez Cázares, a quien hoy López Obrador, en su concepción de república amorosa-evangélica-guadalupana, recibe como al hijo pródigo.

Baste hacer memoria de que el abogado michoacano, entonces presidente de Acción Nacional, encabezó en los medios la satanización del Peje, a quien lo acusó de ser el responsable del encono y de la crisis política postelectoral de 2006. Para los seguidores de AMLO, Germán Martínez Cázares fue el siempre el fiel escudero que desde su posición como líder del panismo operó con toda la maquinaria electoral para consumar el fraude. Martínez Cázares acusó a López Obrador de ser un factor para desestabilizar al país y nunca dejó de señalarlo como un mal perdedor de la contienda electoral. Quién iba a pensar entonces que doce años después llegaría la reconciliación, el perdón y el amor para colocar a dos extremistas en el mismo partido.

Vladimir Ilich Ulianov, mejor conocido como Lenin, líder de la revolución rusa, señalaba con frecuencia en sus discursos que “los extremos se tocan”, es decir, se refería a cómo esos radicalismos tienden a unirse en un momento dado. Aunque sostengo que López Obrador no es Lenin, ni siquiera que Martínez Cázares represente los intereses del Yunque y del Opus Dei, creo que esa distancia ideológica en la que alguna vez se encontraron AMLO y Martínez desapareció porque considerando la tesis del hombre y su circunstancia, los tiempos políticos han cambiado radicalmente. En la coyuntura actual ambos encuentran mejores resultados explotando la bandera de la reconciliación, de esta manera ante la opinión pública obtienen nuevos espacios de poder que les permiten a ambos reinventarse como políticos flexibles, sin rencores y con la estatura para perdonar (casi quiero llorar por tanto amor).

En este acto de pragmatismo puro, AMLO obtiene las mejores ganancias: por un lado debilita al PAN al reclutar a sus filas a un expresidente nacional, carismático y de la derecha pura y, por otro, suma un estratega clave que conoce perfectamente la maquinaria electoral del PAN y puede operar con una amplia red de relaciones y contactos en favor de mejorar la imagen de un López Obrador en esa clase media conservadora en la que el de Macuspana sigue causando recelo y que hasta la fecha sigue viendo con reticencia.

La política de puertas abiertas de López Obrador supone una ecuación de ganar-ganar en la que lo menos importante son los sentimientos y rencores de quienes ciegamente defendieron en 2006 a López Obrador. En esta lógica, sumar a un charro sindical y a un dirigente de la ultraderecha, según los cálculos de los asesores de AMLO, abre nuevos nichos de mercado, aunque para algunos militantes con valores y una congruencia ideológica (quizás los menos) tales acciones le restan credibilidad a un proyecto de izquierda cada vez más tutifruti.

Aunque quiero pensar que tanto manoseo podría ser un signo de pluralismo e inclusión, tengo la sospecha de que por la trayectoria de varios recién llegados al proyecto del de Macuspana, podría representar un factor que le cobrará factura en las urnas. La historia dirá si este revuelto equipo era el correcto para un verdadero gobierno socialdemócrata. Tengo mis dudas.

Por: Mario Ortiz Murillo

Maestro en Estudios Regionales, realizó estudios de Marketing político y gubernamental. Académico, periodista y sociólogo urbano; amante de los mejores y peores lugares de la Ciudad de México, a la que pensó que le venía mejor rebautizarla como Estado de Anáhuac que CDMX. Desertor de la burocracia convencido de la poderosa energía de la sociedad civil y marxista especializado en la corriente Groucho (Marx). De profundas raíces fronterizas chihuahuenses, se siente más juarense que Juan Gabriel, aunque ninguno de los dos haya nacido en la otrora Paso del Norte. A punto de doctorarse, le ha faltado tiempo (y motivación) para lograr el grado. Observador de la política nacional e internacional que siempre le resulta un espectáculo más divertido que la más sangrienta de las luchas de la Arena Coliseo. Entre los personajes que más ha respetado en la política se encuentran Heberto Castillo, Arnoldo Martínez Verdugo, Valentín Campa, Carlos Castillo Peraza, Luis H. Álvarez, Olof Palme, Willy Brandt y Fidel Castro. Todavía sueña que en este país la izquierda merece una oportunidad para llegar a la Presidencia de la República; espera verlo antes de morir.


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EL ABISMO - Mario Ortiz Murillo

Maestro en Estudios Regionales, realizó estudios de Marketing político y gubernamental. Académico, periodista y sociólogo urbano; amante de los mejores y peores lugares de la Ciudad de México, a la que pensó que le venía mejor rebautizarla como Estado de Anáhuac que CDMX. Desertor de la burocracia convencido de la poderosa energía de la sociedad civil y marxista especializado en la corriente Groucho (Marx). De profundas raíces fronterizas chihuahuenses, se siente más juarense que Juan Gabriel, aunque ninguno de los dos haya nacido en la otrora Paso del Norte. A punto de doctorarse, le ha faltado tiempo (y motivación) para lograr el grado. Observador de la política nacional e internacional que siempre le resulta un espectáculo más divertido que la más sangrienta de las luchas de la Arena Coliseo. Entre los personajes que más ha respetado en la política se encuentran Heberto Castillo, Arnoldo Martínez Verdugo, Valentín Campa, Carlos Castillo Peraza, Luis H. Álvarez, Olof Palme, Willy Brandt y Fidel Castro. Todavía sueña que en este país la izquierda merece una oportunidad para llegar a la Presidencia de la República; espera verlo antes de morir.