90 años de codicia y fracaso en el PRI

La crisis de representatividad en el PRI Hidalgo oscila en dos vectores: codicia y fracaso. La primera se mostraba cuando se hacían con los cargos, instituciones o todo aquello que tuviera presupuesto público, y el segundo vector se fraguó en el descuido de las relaciones de poder con el caciquismo y la operación clientelista.

Invariablemente, la crisis de representatividad en el PRI Hidalgo oscila como péndulo en dos vectores innegables: codicia y fracaso.

 

Durante 9 décadas, el PRI en Hidalgo fue el instrumento de acceso al poder que garantizaba la gubernatura como el botín dorado en el que los sueños de los aspirantes -sólo varones, por cierto- se convertían en el paraíso terrenal, mientras las desigualdades sociales, en uno de los estados con mayores asimetrías del país, cabalgaba hacia el quiebre de la pobreza y la desolación social.

 

La glosa del Tercer Informe del gobernador Julio Menchaca y la revocación de mandato se ciernen sobre el descarnado flagelo que ha implicado constatar, a través de las Rutas de la Transformación, que el PRI Hidalgo dejó una huella indeleble en la conciencia del tejido social que se agolpa para asegurar la continuidad política de Morena en la nación.

 

Codicia

 

Con una regularidad que pasma el alma y los sentidos, la carrera a la gubernatura de Hidalgo se erigió como el botín dorado de los aspirantes del tricolor que, en una danza de verticalidad del poder, se aseguraban los escaños no sólo del Poder Ejecutivo estatal, sino, también, sus secretarías, Congreso, instituciones, organismos públicos autónomos y, prácticamente, a todo a lo que se le pudiera exprimir el erario público.

 

Los seis años de la gestión gubernamental se diluían entre manoseos al erario y programas sociales que maquillaban, de manera propagandística, el Plan Estatal de Desarrollo (PED), mientras la clase política y servidores públicos de cuello blanco vivían en la jauja de un presupuesto gordo para ella y famélico para la ciudadanía.

 

En las estelas del último suspiro del botín dorado en las administraciones del PRI Hidalgo -porque jamás hubo alternancia, salvo en ayuntamientos-, la Estafa Siniestra, macrobotín en la era del exgobernador Omar Fayad, avecindado en Noruega, es la cloaca sin fin, cuyo botín orgiástico es el fiel reflejo de la codicia en el plano de la malversación pública y la corrupción galopante que, orquestada en una red de contubernios públicos, insulta al tejido social de Hidalgo que vive en la pobreza y la marginación.

 

La codicia en el PRI Hidalgo es el rostro del autoritarismo político y la antidemocracia que ejemplifica que cuando un partido político se edifica en la negación democrática, sus cuadros políticos viven en el vasallaje y la dominación de cúpula.

 

Fracaso

 

El fracaso político en el PRI Hidalgo y la nación mantienen un hilo conductor en el plano del botín dorado, sólo que, en el caso nacional, lo esgrimía el carrusel por la Presidencia de la República.

 

El fracaso político del PRI Hidalgo se fraguó no sólo en los encontronazos por los puestos públicos, sino, también, en el descuido de las relaciones de poder con el caciquismo y la operación clientelista, donde los coyotes abundaban y se reagruparon en nuevas fuerzas políticas en la medida que el tricolor dejaba de derramar el botín dorado en el reino, constituido por los 84 feudos municipales.

 

Esto llevó a la crisis política de representatividad y a la saturación de la pobreza y marginación en Hidalgo como formas de control político clientelar, al grado que fenómenos como la migración a Estados Unidos tienen también su dosis de interrelación con el fracaso político del PRI y su codicia en la concentración de la riqueza en las élites del poder.

 

¿Cómo se explica la fortuna de personeros del PRI que lo mismo viven en Irlanda que en España, sólo a expensas de lo que ganaron como servidores públicos?

 

Codicia y fracaso, los vectores de una crisis política que apunta a la extinción del PRI.


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