Lucio (Juan Minujín) es un novelista frustrado que, a regañadientes, acepta sustituir a su padre (Alfredo Castro) en sus clases de literatura, en una escuela popular argentina. Se ha separado de su esposa y su hija adolescente se niega a cambiar de escuela.
El suplente se encuentra con un grupo poco participativo y apático. Para colmo, la salud de su progenitor, al que todos apodan de cariño el Chileno, se deteriora, pese a lo cual está muy integrado a su barrio y planea abrir un comedor comunitario, rechazando presiones de políticos y delincuentes.
Esa es, a grandes rasgos, la temática de El suplente, un filme del argentino Diego Lerman, que se acaba de estrenar en la Cineteca Nacional.
El director de La mirada invisible retorna al universo docente, sin falsas posturas paternalistas al estilo de Al maestro con cariño, de James Clavel, sino adaptando el relato a los problemas actuales, con alumnos que venden drogas y delinquen, como en Mentes peligrosas, cinta de John Smith.
Lucio toma conciencia de que nadie se salva solo y se involucra en la vida de sus alumnos, que le ayudarán a encontrar su propio camino.
El suplente resulta ser, pues, un emotivo filme que reivindica la labor de los profesores tercermundistas, que sin grandes recursos hacen una encomiable labor, sin esperar nada a cambio.
Por: Jorge Carrasco V.
Egresado de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM. Periodista activo desde 1981 en diversos medios. Especialista en temas internacionales, deportes y espectáculos. Autor de biografías sobre Pedro Infante y Joaquín Pardavé de Editorial Tomo.
