En la presentación del Índice de Paz del Instituto para la Economía y la Paz, una ONG internacional, tuve la oportunidad de entrevistar a Carlos Juárez Cruz, su director en México, quien destapó las inconsistencias de implementar el modelo de justicia de Nayib Bukele, presidente de El Salvador, modelo que, por cierto, es admirado por un nada despreciable número de personas en México.
En la entrevista con Carlos Juárez Cruz, llevé las preguntas desde el escenario nacional a Hidalgo, del que destacó que “si bien es cierto los indicadores de violencia lo ponen como uno de los estados del país con números positivos”, ha mostrado que, de no actuar en consonancia, podría entrar en una crisis en corto tiempo. Los datos que proporciona el Índice de Paz en México no pueden ser pasados por alto y son ejemplificadores para aleccionar al gobierno de Julio Menchaca en tiempo y prospectiva.
Hablando sobre el modelo de justicia de Nayib Bukele, que ha tenido impugnaciones de Naciones Unidas por violar los derechos humanos de los presos y de proferir practicas de tortura dentro y fuera del sistema carcelario, Juárez Cruz dejó claro que el costo social del modelo, pese a sus resultados de contención delictiva, amenaza a la sociedad porque no es expreso en distinguir quién es o no un delincuente, y yo añadiría, mis únicos y queridos lectores, que hasta los delincuentes tienen derechos humanos.
Quitémosle el cuello al ganso.
El modelo de justicia de Nayib Bukele es insostenible bajo toda óptica de justicia y legalidad pública. Es una persecución criminal de Estado que ha tratado de contener y erradicar la delincuencia transgrediendo, inclusive, las leyes de su país, y no se diga de las prescripciones de los derechos humanos a nivel internacional. Por demás, el entreguismo de Bukele a la administración de Donald Trump da asco y vómitos del alma.
El modelo de persecución delictiva de Bukele atenta contra toda probidad pública y ha creado un clima de terror en El Salvador del cual pocos se salvan, porque cualquiera que “parezca” delincuente puede caer en desgracia y no sólo puede ir a la cárcel, puede, en los hechos, ser asesinado y en el menor de los problemas, ser torturado por la Policía que se ha vuelto un sector de golpeadores y represores de la ciudadanía con placa.
En la Revolución francesa, Robespierre se encargó de crear un clima de terror en pro de los ideales revolucionarios, tildándolos de justicia frente al absolutismo monárquico. Robespierre instauró un régimen de persecución y terror (igual que Bukele), que creó grandes atropellos bajo una confusión de magnitudes insospechadas, lo que, incluso, lo llevó a ser pasado por la guillotina frente a las atrocidades que había cometido.
Nayib Bukele ya ha infligido crímenes de lesa humanidad en su país y, si bien es cierto no le espera la guillotina, tendrá que pedir asilo político en donde las leyes sean laxas y encuentre camaradería; porque, en cuanto retorne la cordura política en El Salvador y haya un gobierno progresista, al barbiluengo presidente del terror le ajustarán las cuentas pendientes.
No cabe el modelo de justicia del terror en México
Crear gobiernos comprometidos para erradicar la violencia y pacificar a la nación es una tarea que tiene pendiente la gestión de la presidenta Claudia Sheinbaum. Empero, en ello, la conciencia del tejido social debe primar para no caer en las atrocidades del modelo represor de justicia de Nayib Bukele.

Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.