“No basta con prohibir expresiones artísticas asociadas a la narcocultura, como los narcocorridos, las narcoseries o los corridos tumbados, es necesario comprender sus raíces, reflexionar sobre su impacto y construir alternativas reales para los sectores más vulnerables de la población”, destacó Julio Romano Obregón, profesor investigador de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH).
El especialista, adscrito al Área Académica de Ciencias de la Comunicación del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades (ICSHu), señaló que la prohibición de los narcocorridos en diversos estados del país responde a preocupaciones legítimas sobre la apología del crimen y la normalización de la violencia. Aunque no existe una legislación federal sobre el tema, varias entidades han implementado sanciones locales como estrategia para reducir su influencia.
Sin embargo, explicó que la representación artística de hechos como la delincuencia, el abuso o la corrupción no debe interpretarse de manera automática como apología del delito. Subrayó que, en muchos casos, retratar un problema social mediante productos culturales constituye una crítica que busca visibilizar sus consecuencias y provocar reflexión colectiva.
Romano Obregón añadió: “Más allá de la idea de que se romantiza el narcotráfico, lo que realmente predomina es la normalización de la violencia. El constante bombardeo mediático de estos hechos ha provocado que se perciban como parte de la vida cotidiana, generando insensibilidad e indiferencia social. Esta habituación limita la capacidad de reacción y de organización ciudadana frente a la violencia estructural”.
En ese sentido, advirtió que la censura de productos culturales vinculados al narcotráfico no aborda las causas del fenómeno e incluso puede incrementar su atractivo. “Como plantea la teoría de la mímesis de Aristóteles, que señala que el arte refleja la realidad, por lo que estas expresiones no son la causa, sino el síntoma de un entorno marcado por la violencia, la desigualdad y la exclusión”, sostuvo.
Para finalizar, afirmó que este fenómeno debe analizarse como una manifestación compleja, con profundas raíces sociales, y que sólo una comprensión crítica acompañada de políticas públicas centradas en la justicia social, la equidad y la reconstrucción del tejido comunitario permitirá enfrentarlo de manera efectiva.