A 72 horas de finiquitado el proceso electoral de la renovación al Poder Judicial, la oligarquía y el PRIAN comenzaron una evaluación de los alcances de su reposicionamiento en el Poder Judicial.
La reunión se dio en el CEN del PRI. A muy temprana hora se dispuso el primer intercambio de diálogos entre Alejandro Moreno y Carolina Viggiano que, desde la noche del domingo, ya habían previsto la recomposición política del Poder Judicial y la posibilidad de mover las primeras piezas en el control de lo que meses atrás habían perdido. El panorama no podía ser más alentador: Morena se había extraviado frente a su ímpetu de querer democratizar los poderes públicos y el Poder Judicial, que aparecía como la ínsula y pastor de los privilegios del antiguo régimen, que respiraba en el control de las urnas para la derecha.
El PAN, menos preparado, hizo lo propio con las llamadas a Claudio X. González, quien se había movilizado en reuniones previas con la cúpula empresarial. Los apetitos por fin empezaban a saciarse.
Alejandro Moreno y Carolina Viggiano comenzaron a diseñar la estrategia de posicionamiento político desde la recuperación velada del Poder Judicial. Habían logrado colocar en puestos perdidos a las y los personeros de “seguridad” que les hacían falta. Nuevas placas tectónicas.
En Palacio Nacional
La evaluación de la elección de la renovación del Poder Judicial transitó de manera distinta en Palacio Nacional, quizá porque el crimen de Ximena Guzmán y José Muñoz -ambos personeros del gobierno de Clara Brugada- había creado no sólo un clima de pesar y dolor, sino, también, una clara recomposición de estrategias demandadas por la presidenta Sheinbaum que le había exigido a García Harfuch no sólo dar con los culpables, sino iniciar la detención de los infiltrados en la cadena de corrupción en los gobierno de Morena. ¿Quiénes eran los traidores?
La convulsión por el asesinato de Ximena Guzmán y José Muñoz había desviado la atención sobre el peso de la elección del Poder Judicial. Sin embargo, los sondeos en Morena eran contundentes, pese a que se habían posicionado piezas claves, la depuración a gran escala sobre la burocracia del antiguo régimen en el Poder Judicial no había sido posible e, inclusive, aparecían sombras tras el control de la arena judicial y el fatídico crimen de Ximena Guzmán y José Muñoz. ¿En quién se puede confiar?
Clara Brugada y la incertidumbre en Morena
Clara Brugada experimentó, por vez primera, con el asesinato de sus colaboradores, que Morena había agitado el avispero y que la infiltración y corrupción de las fuerzas del antiguo régimen ponía en un conflicto de lealtades a una cadena oscura del staff del gobierno de la Ciudad de México. Se presentaban las grandes suspicacias de ¿quién más estaba en el lodo político?, ¿había que iniciar la revisión del staff del gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum?
Visiblemente nerviosa, Brugada daba declaraciones confusas a los medios sobre el crimen y no se salía del script de que “se aplicaría todo el peso de la ley”; mientras, García Harfuch increpaba en el Senado la actuación de aquellos que habían entregado al Estado al crimen organizado, dejando abierta la indagatoria de que iniciaba un proceso de pesquisa política. En esos momentos, la elección al Poder Judicial pasaba a segundo plano. No obstante, ¿cómo se podía llegar a limpiar al gobierno de Morena de la infiltración y la corrupción, sin un Poder Judicial controlado, plenamente, por las fuerzas de Morena?
La arena política
La elección en el Poder Judicial tomó un giro inesperado y de desparpajo en el gobierno de Claudia Sheinbaum frente al crimen de Ximena Guzmán y José Muñoz, personeros del gobierno de Clara Brugada. La presidenta Sheinbaum percibió que el letargo de las fuerzas de la derecha había encontrado en la infiltración de la arena política, el mejor antídoto para restaurar su poder. La amnistía política iniciada por López Obrador, que en un primer momento había debilitado a la derecha, ahora recomponía en favor de la oscuridad del poder del antiguo régimen, la “mano negra” que le hacía falta para operar. Infiltrar para derrotar.
En la estructura del gobierno de Julio Menchaca, la lógica de las fuerzas no es distinta a la operación política destapada de infiltración y corrupción de personeros ligados al antiguo régimen que han encontrado en la amnistía política el vehículo para engendrar el nuevo caballo de Troya que, desde sus intestinos, pretende desgarrar a Morena.
