¿Qué es el espíritu? Cierra los ojos (aun en la oscuridad). ¿Una sustancia, una instancia del ser o el significado de una palabra que no tiene referencia en el mundo físico? Los tengo cerrados. ¿La esencia? Y comienza a apreciar las siluetas que se forman bajo las sombras de tus párpados. ¿El alma? Ahora escucha con atención. ¿El absoluto? La voz del pensamiento puro.
—Todo lo racional es real —me dice Hegel— y todo lo real es racional.
La celda de castigo era pequeña, húmeda y completamente oscura. Salvo por una delgada línea de luz que aparecía en el techo hasta desvanecerse por completo en el transcurso de unos minutos. En un costado la cama de piedra, a un lado una diminuta pileta (donde no siempre corría el agua) y un hoyo tipo baño oriental (no hay asiento y se le jala oprimiendo un botón de metal en el piso). Había una colcha nueva que, no obstante, nunca usé como tal por el tremendo calor que se encerraba; pero sí la usaba como almohada, toalla y cojín. Aquí comenzaron los problemas de percepción del tiempo, un mes sin conocer la hora, el día o las semanas transcurridas. Me daban de comer una vez al día y no siempre en el mismo horario, a través de una charola que deslizaban por el piso debajo de la puerta; yo tenía que regresarla por la misma rendija que no asomaba ningún tipo de luz. Comer a oscuras en una total batalla con mi autoconocimiento que a la postre pude sobrellevar. Mi principal problema era la falta de analgésicos para mi brazo aún enyesado, mi tobillo hinchado y una ansiedad de locos al estar en la más densa oscuridad enclaustrado.
—¿Y lo que decía Kant?
—Olvídate de ese pendejo.
Transpiraba mucho, mi rostro hormigueaba y mi ritmo cardiaco acelerándose vertiginosamente. Desesperación, furia y, sobre todo, locura cuando comencé a golpear, de menos a más, en fuerza, velocidad e intensidad, la pared con ambos brazos. El derecho y el aún fracturado; sólo dos golpes y sus dolorosas implicaciones bastaron para quedarme callado. Me quedé abrazándome a mí mismo gritando entre dientes de sufrimiento acompañado de un desahogado llanto de coraje, indignación e impotencia.
—¿Hay alguien ahí? —una voz detrás de la pared me hace quedar en completo silencio, aguanto mi aliento y sólo escucho los golpes de mi corazón en el pecho—. ¡Hola! —es la voz de un muchacho—. ¡Hola, hola! Contesta, yo también estoy en una celda de castigo.
Pego mi cabeza en la pared y la golpeo con los nudillos tres rítmicas veces. Segundos después el ruido se repite del otro lado.
—Si no quieres hablar está bien —me dice— sólo golpea el muro para saber que me estás escuchando ¿sale?
Luego de unos momentos, golpeo el muro dos veces.
—Yo también estoy aquí por rebelde, no me gusta que me den órdenes y, antes de someterme por ellos, prefiero este aislamiento. ¿Me sigues?
Golpeo el muro.
—Yo te conozco. Todos en el reformatorio hablan de ti. ¿Sigues ahí?
Golpeo el muro dos veces.
—El desmadre que armaste con la explosión. ¿Cómo le hiciste? —pregunta y queda callado, esperando que yo respondiera algo, empero, no contesto. El resto del tiempo se hizo el silencio.
El punto de vista de la modernidad está alienado, una perspectiva en la que el sujeto, paradójicamente, está ajeno de su propia perspectiva epistemológica, es decir, al considerarse como ajeno de los objetos del mundo (como si éstos fueran algo diferente de él mismo) sus reflexiones son parciales y, por tanto, también ajenas de lo que se propone conocer y comprender dicho proceso de conocimiento. Un yerro ontológico desde el propio planteamiento.
—Estar en lo ajeno viene del latín ali?nus, de alius, que significa otro.
Pero somos parte del mundo que queremos conocer, no es algo diferente de nosotros y tampoco estamos separados de éste por una barrera trascendental. Ya estamos en él. La pregunta de Hegel es cuál es su lógica.
—¿Y la cosa en sí?
—¡Ya te dije que te olvides de ese pendejo!
Continúa 69

Por: Serner Mexica
Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".