Por aquello de que la esperanza muere al último, muchos ciudadanos aún consideran que México puede enmendar el camino y que la realidad puede cambiar para brindar la paz, la tranquilidad y las oportunidades de desarrollo humano a que aspiramos. Pero la realidad es otra y su prospectiva es menos halagüeña de lo que piensa el ciudadano común.
La cifra de muertes violentas en el país ya es inenarrable y las estimaciones se quedan cortas, al grado que Naciones Unidas ha puesto el grito en el cielo, ante un país que parece vivir una guerra, cuando no es así. Las cosas están tan oscuras, que delitos como el feminicidio han sobrepasado cualquier entendimiento a nivel de la sociedad y se constituyen como uno de los mayores déficits de la justicia mexicana.
Son tantos los frentes y carencias en materia de procuración de justicia que los ciudadanos oscilan como péndulos en sus demandas, las cuales, en su mayoría, no son atendidas; es por ello que la mayor parte de los delitos se queda sin resolver, aunado a que las personas suelen no denunciar por miedo y por la irresolución de los delitos.
La seguridad y tranquilidad no son las constantes en la vida cotidiana, en muchas urbes y poblados del país las personas viven sin esperanza porque saben que ya no se pueden hacer planes a futuro, que esto es prácticamente un cuento de hadas.
A la inseguridad se le suma la pandemia de la miseria, pues más de 60 millones de mexicanos viven en la pobreza, sin que exista o pueda existir alguna propensión clara para abandonarla; por el contrario, el país ha venido a menos y de los cálculos con respecto al crecimiento, creación y redistribución de la riqueza, mejor ni hablar.
Es evidente que la mayor parte de la población no abandona México porque aquí están sus familias, sus raíces y un afecto inconmensurable a la tierra, pero lo haría si tuviera la oportunidad, porque la realidad es tan cruenta que en la actualidad construir el porvenir o plantearlo es poco menos que una quimera.
El México del cuerno de la abundancia desapareció hace décadas y lo poco que queda se reparte entre los menos, cuestión que tiene al pueblo como la radiografía de un mal endémico que lo amenaza y que puede tener un desenlace fatal.

Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.