El dilema central del proceso electoral 2024 en Hidalgo, que ha creado el nuevo orden político de la 4T, no estriba en la construcción de una plataforma política cuyas propuestas de aspirantes aseguren un paso hacia el progreso y desarrollo social, sino en la comunicación política y sus formas de penetración cultural e ideológica desde los medios.
La comunicación política es un tema en el que pocos partidos, candidatas y candidatos se han enfocado de cara a las elecciones. Preocupadas por el juego de intereses personales y de refrendo partidista, las fórmulas políticas han perdido el rumbo frente a la expansión del capital político de Morena, que en gran medida se construyó y consolidó en la comunicación mediática, no en sus valores como partido, sino en la difusión que Andrés Manuel López Obrador lleva a cabo de manera magistral, tanto que incluso logró catapultar a Claudia Sheinbaum meses antes de que la oposición pudiera advertirlo.
El 40 por ciento del electorado desconoce a Xóchitl Gálvez porque su impacto en los medios es deficiente, está centrado en la descalificación y no en la comunicación de sus propuestas de campaña, en contraste con la intención de voto que ya posee Claudia Sheinbaum y que es resultado de una minuciosa campaña comunicacional basada en un lenguaje de hechos y de evidenciar la inmovilidad gubernamental que ha sufrido la ciudadanía durante décadas.
La lectura política en Hidalgo no debería distar de la estrategia implementada por Sheinbaum, pero Morena Hidalgo en su definición de candidaturas no da pasos firmes. Marco Rico es la representación del letargo y la confianza desmedida en la figura de Julio Menchaca, quien ha hecho un excelente papel en su primer año de gobierno, pero está pasando por alto que la comunicación política debe dejar en claro los logros de la 4T, tanto las nuevas rutas de gobierno como los frutos anticipados de cualquier selección y nominación de los candidatos del partido.
Lo decisivo del posicionamiento electoral en 2024 no estará en los programas políticos de los partidos y candidatos, sino en las proyecciones de la comunicación política y sus impactos sociales.
Se sabe que el proceso electoral de este año será el más grande de la historia, pero el adjetivo “más grande” no obedece a la cantidad de escaños que estarán en disputa, sino a la redefinición que habrá en las estructuras de gobierno y del sistema político. Ese es el verdadero epicentro de la movilidad política que afianzará a la 4T bajo el proyecto de López Obrador, mientras la oposición está más preocupada por no desaparecer del mapa político.
La verdadera contienda electoral no la puede jugar la oposición, ni en Hidalgo ni a nivel nacional, bajo el antiguo esquema de descalificación del adversario político, sino de la comunicación mediática, la cual ha capitalizado de manera magistral López Obrador desde la idea de progreso y depuración política de la 4T. Cualquier propuesta de la alianza opositora deberá emular el discurso del presidente, no ir en su contra.
La clave política para la oposición a Morena, en Hidalgo y en todo el país, no se encuentra en minimizar los logros de la 4T, sino en hacer lo posible por mimetizarse con el partido guinda, al menos en apariencia, como lo hizo magistralmente Samuel García en su intento por contender a la Presidencia por Movimiento Ciudadano.
Estamos en la era del gatopardismo mediático, quien no lo entienda está condenado al fracaso.
