De ciencia, música y la vida en Viena

Alejandra Arafat

 

Mi nombre es Alejandra Arafat y quiero platicarles cómo fue que llegué a Austria, así como algunas de mis experiencias como mexicana en este país.

 

Mi aventura trasatlántica comenzó con mi camino en la ciencia. Al terminar mi doctorado en Ciencias Biomédicas, mi decisión era encontrar un postdoctorado donde pudiera estudiar la música y su evolución. Fue ahí donde contacté a un grupo de investigación en la Universidad de Viena, el cual se dedicaba a estudiar la evolución de las conductas musicales en diversas especies. Todas mis ilusiones se centraron ahí, pues por años había seguido los estudios y artículos publicados por este grupo.

 

Era una gran motivación para mí el poder integrarme con uno de los temas que más curiosidad me causaban en ese momento: la conducta de percusión. Así fue como inicié mis aplicaciones para poder recibir los recursos que me permitieran lograrlo. Un buen día, a finales de 2016, volaba a Viena con una maleta grande llena de emoción, ropa, textos y diferentes tipos de chiles secos.

 

Viena me recibió con muchas sorpresas de las que no tenía ni la menor idea. Siendo originaria de la Ciudad de México, yo había pasado los últimos 9 años en la ciudad de Querétaro, haciendo mi servicio social, la maestría y el doctorado en el Instituto de Neurobiología. Por fin acostumbrada, tras casi 10 años, al calor queretano, ahí estaba yo, llegando a Viena para vivir mi primer invierno con nieve, frío y oscuridad desde las 4:30 de la tarde.

 

Como muchas veces pasa, la emoción y la ilusión de todo lo nuevo que estamos viviendo nos ayuda a ver todo bajo la mirada de los niños: todo es aventura y todo es emocionante. Aun así, una de las cosas que tuve que asimilar con adultez fue que los meses de frío pasaban y pasaban, parecía tan lejano el volver a ver tardes iluminadas y con un poquito de sol. En esta misma sorpresa ligada al clima, la nieve fue uno de los mejores regalos que recibí para mi primer cumpleaños en esta ciudad: un día abres tu ventana y la nieve tersa y blanca cubre todo el panorama, un recuerdo que atesoraré para siempre.

 

Al principio de mi llegada, y podría decir que casi durante todo mi primer año, la comida austriaca era novedosa. Probar tanta variedad de pan, salchichas, quesos y variaciones de ensaladas de papa fue algo a lo que me dediqué alegremente y con mucho empeño. Quería coleccionar en mi cerebro todos esos nuevos sabores y cultura culinaria. Mi pequeño almacén de chiles secos y las viandas mexicanas que me trajo mi hermana en su visita a Viena me quitaban el antojo de comer picante pudiendo tener mis propias salsas en casa. Se podría decir que las quesadillas de harina eran el apapacho sabor mexicano que cada cierto tiempo me daba y me mantenían satisfecha. Con el paso del tiempo, las quesadillas dejaron de ser suficiente, así que me daba mucho gusto buscar y encontrar restaurantes mexicanos, aunque ahí me di cuenta que muchas veces se confundían nuestros platillos con la comida tex-mex, a la que con el tiempo le he tomado cariño. Lo último que quiero mencionar sobre este tema son algunas joyas vienesas que al día de hoy me mantienen cautivada: la panadería dulce y salada, el café, la repostería y la ensalada de papas.

 

Finalmente, quiero platicarles de algunas de las cosas que más me gustan de la ciudad y otras que me fueron muy difícil de asimilar. Comenzaré con el increíble sistema de transporte de la ciudad: alternativas como tranvías, autobuses, metro o ciclovías generan una movilidad maravillosa y el mundo de los autos privados parece casi innecesario. Segundo, la seguridad es un asunto dado: sin importar la hora, el contexto o las circunstancias, siempre te sientes segura en esta ciudad; si pierdes algo ahí estará, si viajas sola o acompañada, o simplemente estando casa o en un bar. Tercero, la impresionante cantidad de museos y de actividades culturales es un recurso ilimitado cuando vives aquí. Cuarto, la riqueza natural de Viena, y Austria en general, como el gran Danubio para nadar, sus bosques para caminar, numerosos lagos y por supuesto los Alpes.

 

Ante todas estas ventajas y maravillosos aspectos, podría decir que lo que más me ha costado trabajo a lo largo de los años ha sido el choque cultural. Viniendo de una cultura como la mexicana, es difícil acostumbrarse a la falta de ese acogedor abrazo invisible que está hasta en los pequeños gestos como los saludos, la amabilidad, la ayuda al desconocido o las sonrisas casuales. El idioma es una barrera difícil de cruzar, no solo por la dificultad intrínseca del alemán, sino por la impaciencia ante los errores de los foráneos. En este último detalle sobre el idioma, agrego que el mundo académico te permite vivir por años en una burbuja donde todo es en inglés, que lo mismo que te ayuda a integrarte rápidamente, interfiere con nuestro camino y aprendizaje para acoger la cultura del lugar.

Muchas de mis experiencias y maravillas de esta ciudad las he compilado en un boletín informativo que realicé a lo largo de un año para la Red Global Capítulo Austria, les invito a ver estos videos para conocer más secretos de Viena y también sus conexiones históricas y culturales con México.

SOBRE LA AUTORA

Dra. Alejandra Arafat Angulo Perkins.

Mexicana, originaria de Coyoacán (Ciudad de México), reside en la Ciudad de Viena (Austria).

Cuenta con un postdoctorado en Evolución de la musicalidad en primates no-humanos por la Universidad de Viena); un doctorado en Ciencias Biomédicas (Percepción de la música y el habla) por la UNAM; maestría en Neurobiología, por la UNAM; y es licenciada en Psicología (Psicofisiología), también por la UNAM.

Desde 2020 es divulgadora científica independiente en temas de música, cerebro y musicalidad (RaraCiencia) y desarrolla un proyecto en Musicalidad y Etnomusicología en el Instituto de Musicología de la Universidad de Viena. Es vicepresidenta de la Red Global Capítulo Austria y fundadora del proyecto de divulgación científica-académica-cultural ‘‘Entre Lamarr y Mozart’’.

 

 

 


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