2018 y su carrera electoral presagian las mismas liturgias del pasado, donde candidatos y partidos parecen restablecer la cordura, pero que es en verdad sólo la piel del discurso, la demagogia y el gatopardismo.
Es desgarrador y lamentable que los políticos pesen menos que un paquete de palomitas, porque ello implica que nosotros, los ciudadanos, sus representados, pesamos todavía menos.
La vida se ha podrido para el común denominador de las personas en México, vivimos en las inercias de lo cotidiano, en situaciones inenarrables, donde por desgracia la mayor parte de la población vive pobremente y con todas sus consecuencias.
La prospectiva de 2018 hace estimar un año difícil, donde la reestructuración política no asoma como generadora de mayores oportunidades para el tejido social, por el contrario, todo hace suponer un decrecimiento en la deteriorada calidad de vida, condición que habrá de afirmarse porque el país no presenta mayor competitividad y el oxígeno petrolero no parece revitalizarse.
Lo paradójico del caso estriba en que en cada proceso electoral el ciudadano común piensa que la realidad cambiará en su favor, condición que ya debería haber desaparecido del imaginario colectivo, pero ante el inmovilismo ciudadano y a la carencia de organización social, todo gira a un mesianismo ridículo de la promesa de campaña, cosa que ya deberíamos haber superado.
Tendríamos que ser ingenuos o pendejos para pensar que el destino de la Nación está en nuestras manos, esto es erróneo y presupone un juego ciudadano distinto con una clase política distinta, cosa rara que no está en nuestras manos, porque no somos doctos en política, nuestra conciencia es precaria y el grado de interés sobre la esfera pública es minúsculo.
Nadie tire la casa por la ventana, porque el hielo político se quedará.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
