Democratizar el poder no implica en modo alguno que la ciudadanía eleve su cultura política y, tampoco, inhibir las prácticas oscuras del poder.
Después de que Alejandro Moreno, líder perpetuo del PRI Nacional, catalogara a la elección del Poder Judicial como una “farsa” y Marco Mendoza, líder del PRI Hidalgo, sacara su bola de cristal para decir que anticipaba “baja participación ciudadana”; en un clima de incertidumbre, la elección del Poder Judicial, en donde la renovación de su estructura burocrática en Hidalgo daría paso a encumbrar a candidatas y candidatos a cargos judiciales a nivel federal, ha dejado dudas antes, durante y, desde luego, posteriores a su conformación sobre los alcances de la democratización iniciada por Morena en los poderes públicos de la nación.
Más allá de la data dura de la renovación del Poder Judicial se encuentran las arenas políticas, donde lo que parecía para las fuerzas del antiguo régimen un viacrucis político, se ha convertido en una colmena de posibilidades para intervenir, obstruir y debilitar el poder político de Morena.
El tiro por la culata
A la voz y exigencia de la presidenta Sheinbaum Pardo de apoyar la reforma al Poder Judicial se sumó el gobernador Julio Menchaca que, sin dudarlo, expresó la necesidad de democratizar este poder público, al grado que enfrentó la reticencia y las críticas de la vieja estructura burocrática del Poder Judicial en Hidalgo e, inclusive, la resistencia y movilizaciones que se dieron en un marco de paro judicial que, a todas luces, escondía la mano negra golpista de la derecha y sus élites que se estaban jugando el todo por el todo.
En esos momentos surgió la figura de Rebeca Aladro -empezaba a dejar sus huellas hacia la gubernatura- que salía a contener los estropicios de una burocracia que subrepticiamente defendía los intereses creados de la añeja clase política en México.
El naufragio político
Entre la impotencia y la desbandada de las fuerzas del antiguo régimen en pleno éxodo político, la batalla por el control del monopolio del Poder Judicial experimentó diversos capítulos de beligerancia. Así, desde la sumisión de los vendepatrias para que el gobierno de Washington interviniera en México, hasta la serie de reuniones de la élite empresarial en la vieja casona de San Ángel en la Ciudad de México, donde de manera disparatada lo mismo se hablaba de intentar un golpe de Estado que de sacar en forma masiva las inversiones del país, el malestar político de la derecha no se hacía esperar. Sin embargo, el naufragio político era inminente.
Sheinbaum moviliza a Morena
La reforma al Poder Judicial estuvo acompañada de la movilización en Morena. De forma estratégica la presidenta movía las piezas del ajedrez político de manera temprana y ascendía a Luisa Alcalde y Andrés Manuel López Beltrán a la operación de afiliación política y la construcción de comités ciudadanos por todo el país, donde Morena Hidalgo comenzó el primer esquema de reorientación de sus fuerzas políticas con el contrapeso del Grupo Universidad y el PT, mientras el PRIAN intentaba dar una pelea en una batalla perdida en la voz de Marco Mendoza por el Congreso local.
Entre las sombras del INE
El proceso electoral de la renovación del Poder Judicial estuvo marcado por las sombras del INE. La escasa difusión política y la impericia de manejar una elección donde no intervenían partidos políticos se convirtió en un experimento de ratas de laboratorio electoral que se cernía sobre la ciudadanía como conejillos de indias. El resultado fue lógico, los acordeones de la izquierda y derecha eran repartidos entre la ciudadanía para guiar un proceso electoral desde las sombras del INE y el mutis de sus consejeras y consejeros.
El Leviatán no se hizo esperar en la elección del Poder Judicial, dejando tras bambalinas una lucha política que apenas inicia en una estructura burocrática que no necesariamente refleja el poder de Morena y que recuperó desde las sombras el poder perdido en la reforma al Poder Judicial.
