¿Habrá aprendido la lección el antiguo régimen?

En todo este tiempo de convulsión política, no hubo ni un solo pronunciamiento de autocrítica de los personeros del antiguo régimen, ni una sola luz de cambio político atendiendo a que iban a desterrar la corrupción e impunidad que habían sembrado, ni siquiera un mea culpa.

Para el antiguo régimen, la noche triste del 2 de junio deja una serie de lecciones históricas que la oposición no puede pasar por alto para constituirse en contrapeso político de cara al segundo piso de la 4T de Claudia Sheinbaum.

 

Los signos de descomposición del PRI, PAN y PRD, se gestaron desde la misma alianza opositora frente al ascenso de López Obrador. Si eres un partido fuerte no requieres alianza alguna, por lo que los vínculos entre PRI, PAN y PRD eran síntomas inequívocos de que la derecha en México vivía momentos de aguda crisis y descomposición política.

 

El escenario político en Hidalgo se mantuvo bajo el control priista por nueve décadas; pervivió, inclusive, al gobierno de alternancia de Vicente Fox y al continuismo político de Felipe Calderón. En definitiva, el PRI Hidalgo era el oasis y orgullo tricolor.

 

En esta atmósfera, el empoderamiento de Carolina Viggiano en la dirigencia del PRI Nacional revitalizó” el dominio cupular del tricolor en Hidalgo, pero el esquema inalterado e inalterable de antidemocracia interna, control de las bases, castigo y represión política, incrementaron las defecciones y migraciones que ya había presentado el PRI en el ascenso de López Obrador, quien las alentó con la amnistía política” a cualquier actor político y simpatizante de la 4T, cuya voluntad de cambio se disciplinara al poderío guinda nacional se le abrían las puertas del cielo.

 

La elección del 2 de junio dejó una contundente lección histórica: los partidos del antiguo régimen no aprendieron nada.

 

El control del PRI Hidalgo de cara a la elección del 2 de junio, nuevamente, marcó la verticalidad del poder de Carolina Viggiano que apareció en las papeletas con el empoderamiento plurinominal; a su vez, Francisco Olvera caminaba en una campaña intrascendente al estilo del pasado tricolor, pero en esta ocasión, sin brillo ni clientelismo válido; mientras tanto, Marco Mendoza aparecía en las sombras de las conferencias de prensa, sin dar señales de liderazgo político, sino más bien de avasallamiento hacia la cúpula tricolor.

 

En los entretelones, Alito Moreno hacía de las suyas en viajes en helicóptero a Hidalgo y estremecía al PRI Nacional pidiéndole a Máynez que declinara en favor de Xóchitl Gálvez, lo que declaraba tácitamente la derrota de los partidos del antiguo régimen.

 

En todo este trayecto de inconsistencias políticas de la oposición, la escenificación de Cristo echando a los mercaderes del templo, se presentó cuando Alito Moreno y Marko Cortés se repartían escaños en Coahuila, dejando ver que se seguía operando en un “mercado político”, donde los intereses de cúpula se sobreponían a tantos ideales que quedaron hechos añicos, y como retórica de discurso político mientras Alito arengaba: lo mejor del PRI, se quedó en el PRI (Alejandra del Moral no fue el caso).

 

En Hidalgo, las cosas no caminaron de modo distinto. Carolina Viggiano en plena contienda tuvo un desencuentro con la cúpula del Consejo Coordinador Empresarial (CCEH), mientras las y los candidatos de Morena Hidalgo apapachaban y eran apapachados por ese mismo Consejo que exigía disculpas a Viggiano Austria por acusarlo de “gobiernista”.

 

Por si fuera poco, en este vendaval de calor -por la temperatura atmosférica y política en Hidalgo-, el PRI sufría la defección de Adriana Flores, que encabezó la senaduría de MC; Omar Fayad saltaba de alegría en Noruega en la conformación del GPI, y el PT se diluía en la presencia del gobierno de Julio Menchaca.

 

Sin embargo, en todo este tiempo de convulsión política, no hubo ni un solo pronunciamiento de autocrítica de los personeros del antiguo régimen, ni una sola luz de cambio político atendiendo a que iban a desterrar la corrupción e impunidad que habían sembrado, ni siquiera un mea culpa.

 

En esta conducta y de cara a seis años del segundo piso de la 4T, ¿habrá aprendido la lección el antiguo régimen?


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