Después de la intentona de formar un partido político de la excandidata a la presidencia oriunda de Tepatepec, Xóchitl Gálvez, ahora se encuentra incursionando como “líder de opinión” en los medios y despliega banderas contra la izquierda que la derrotó y humilló en sus pretensiones políticas.
Para no ser menos, el pasado 30 de abril, Xóchitl Gálvez publicó un artículo titulado “Otra herencia maldita”, en el que destaca la carencia de medicamentos y apoyos en salud para la niñez que, a su juicio, se presentó durante el gobierno de su archirrival político que no puede ver ni en pintura, el expresidente Andrés Manuel López Obrador, el gran Tlatoani moral de la izquierda.
Es loable constituirse como “líder de opinión”; empero, ¿Xóchitl Gálvez puede ser considerada desde sus escritos y más allá de estos una lideresa de opinión?
Fueron múltiples los errores garrafales documentados tanto a nivel cognitivo como de análisis político que experimentó en su campaña a la presidencia la oriunda de Tepatepec. Al grado que las redes sociales y hasta la prensa conservadora que la apoyaba tuvieron que reconocer que sus alcances políticos eran un camino en constante extravío y pese a que sus arengas contra la izquierda obradorista y la entonces candidata Claudia Sheinbaum trataban de enunciar que se acercaba la “Venezuela en llamas”, nada pegó y terminó rechazada por el PRIAN, al cual también ella rechazó en plena campaña política, donde dijo que con Alito “ni a misa”, mientras Alito le pedía a Máynez que declinara en favor de Xóchitl.
En el recuento de los daños, la figura de Xóchitl Gálvez entraña una sociopatía política de la derrota, donde culpar a López Obrador o a la izquierda es un recurso sencillo, pero que ha perdido no sólo vigencia, sino que, en el ascenso del claudismo, es una retórica hueca y vacía que ya no calienta ni al comal de pueblo.
Constituirse como un líder de opinión, desde la derecha o la izquierda, entraña un conocimiento vital en cualquier escenario del planeta. Por lo que estos intentos de crónicas y narrativas de la oriunda de Tepatepec advierten una sociopatía política que descarga frustraciones que a data dura no son sostenibles ni para Don Chuchito, el tendero que sólo tiene estudios de primaria.
Es perceptible que desde el título del artículo “Otra herencia maldita” ya había sido abortado por el peso histórico de lo que implicaron las administraciones del antiguo régimen, de las cuales Gálvez ha sido abanderada en diversos encargos públicos de los que parece olvidar que desde sus actuaciones en torno a los pueblos originarios, hasta su frustrada elección a la presidencia, los estragos saltan a la vista.
Lo desconcertante de la sociopatía política de la derrota de Gálvez estriba en que ella se ha encargado de denostar y demeritar a las fuerzas políticas que la encumbraron y, en una total incongruencia política, juega en la ambivalencia de un pensamiento de derecha que está más desinflado que globo de Navidad. Por lo que, frente a lo endeble de sus conocimientos en materia política y de administración pública y sus flaquezas ideológicas, las cosas son poco menos que un Vía Crucis político, tan paradójico como la infausta frase: “si has cumplido 60 años y no tienes un patrimonio, estas bien güey”, nótese lo pintoresco y coloquial de la frase.
A nadie se le puede negar un espacio de expresión público. Empero, pasar a ser “líder o lideresa de opinión” parece constituir un esfuerzo intelectual al cual Xóchitl Gálvez no arriba con las condiciones necesarias para el caso. Quizá sus intentos por constituir un nuevo partido político pueden resultar más fecundos que tratar de ser partícipe de análisis políticos fallidos en la prensa, por lo que -si se puede- zapatero a tus zapatos; de lo contrario, como escribió el excelso maestro Don Juan José Arreola, habrá que mandarle una “carta al zapatero que compuso mal unos zapatos”, cuento enternecedor del maestro Arreola que recomiendo a mis únicos y queridos lectores.

Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.