Mi pueblo con sabor

La semana pasada, 21 municipios hidalguenses recibieron el distintivo “Pueblos con Sabor”, una estrategia de la Secretaría de Turismo de Hidalgo que, a través de un nombramiento, reconoce la riqueza gastronómica de nuestro estado.

Si bien este mecanismo permite recuperar y fomentar la cultura e identidades locales, se sabe que este tipo de nombramientos es una fuente ideal para obtener recursos y generar inversiones a nivel municipal.

Al respecto, un caso en particular alborotó a la opinión pública local la semana pasada: el nombramiento de “Pueblo con Sabor” se obtiene a través de un concurso en el que los municipios presentan su platillo más representativo y Mineral de la Reforma obtuvo el distintivo con uno completamente desconocido para todos los habitantes del municipio (y para los hidalguenses en general): la chile-torta.

El hecho resulta de interés porque este platillo no expresa las particularidades de la gastronomía local, no hace uso de ingredientes endémicos y tampoco cuenta con una receta documentada que dé cuenta de haber sido recuperada de alguna antigua tradición en el estado; sin embargo, en términos de mercadotecnia puede resultar muy oportuno.

Si bien la chile-torta podría popularizarse en próximas fechas, pensar en la imposición de un platillo de esta naturaleza invita a preguntarnos cómo se crean y divulgan las identidades desde las instituciones gubernamentales. ¿Es un error crear un platillo sin arraigo socio-histórico?

La gastronomía es un bien turístico que genera millones de pesos al año, es una práctica económica que sostiene la vida de muchas familias en nuestro estado, pero es también una fuente de interacciones sociales y culturales complejas que está en constante movimiento. De ahí que la invención de la chile-torta puede no resultar tan descabellada si pensamos en el vital dinamismo de la cocina contemporánea.


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