No soy de este mundo

Miré mi cuerpo en el viejo espejo de la casa de mi abuela; pensé que nada me hacía distinto de los hombres del planeta, pero por contraste entre mi madre y padre, que se bañaban conmigo en la tina, me di cuenta de que no era como las mujeres. Entonces admití la construcción biológica como una condición de mi genitalidad corpórea.

Pero la diferencia biológica y después de los signos de mi género no fueron lo que me hizo caer en la cuenta que no era de este mundo, sino el hecho de que pude observar que no importaba en qué lado de la moneda me encontrara, de todas formas subsistían las conductas sociales como el odio, el amor, la maldad, la bondad, el encuentro y el desencuentro; en suma, conductas que también se presentaban de manera distinta de acuerdo al contexto.

Entonces miré a las estrellas, distantes y lejanas, su luz se compartía en el espacio, lo mismo el brillo de sus destellos infinitos; por ende, inferí que en ellas no podían existir las dicotomías de la especie como el género y las conductas, ni siquiera el nacionalismo como manto de segregación social, ni tampoco la raza.

Entonces pensé: no comulgo con las sensaciones humanas pese a que mi estructura corpórea lo sea, lo cual implica que al igual que el trayecto de la humanización por especie, también yo podría generar un trayecto de la deshumanización por especie y dar el salto infinito en la adhesión hacia los astros que, silentes, jamás incluyen o excluyen a nada en el universo.

No soy de este mundo, porque al igual que Neruda o Copérnico, mi vista está en las estrellas distantes, cuyo brillo no lo opacan las disputas mundanas de los humanos, aquellos que nublan el cielo con la metralla o la mentira, aquellos que solo desean comerse al mundo.

Las estrellas no son así, ni siquiera usurpan un lugar en el universo, no pretenden crear cohetes que colonicen la Luna o Marte, no pretenden robarles el aroma a las flores ni el tierno canto a las aves; las estrellas son silentes, distantes y lejanas, no conocen la maldad o la bondad, no han creado la guerra.

No soy de este mundo.

Del brillo lejano de las estrellas no aparecen los gritos del bullicio de las ciudades y sus chimeneas de muerte; las estrellas son delicadas luminarias discretas, relucientes, majestuosas que, desde nuestros ojos, siguen siendo silentes, distantes y lejanas.

No soy de este mundo.

 

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Por: Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.


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CRONOS - Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.