Océano de sal

“Muy en el fondo, sé que la sal es sólo sal, que de las piedras no brota absolutamente nada, que las nubes no vienen de los árboles y que cuando un árbol se muere, lo que sigue es arrancarlo de raíz”.

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Por: Alma Santillán

Mujer, escritora, pachuqueña. A veces buena, a veces mala. Tiene dos mascotas que no se toleran entre sí, y dos corazones, porque uno no le alcanza para todo lo que siente.

Soñé que un glaciar se derretía frente a mí; había estado allí mucho tiempo antes, cuando era todo hielo, y me quedaba de pie, inmóvil ante el quiebre escandaloso de las placas heladas y resplandecientes bajo un sol apresado por nubes negras, en espera de que pronto se convirtiera en un mar tibio, listo para recibir a mi cuerpo flotante, y el cielo se tornara en un lienzo limpio gracias al sol bajo el que tostaría mi piel entonces entumecida… Pero ese glaciar era en realidad un salar, y en el libro que sostenía entre mis manos podía leer claramente: “…de la sal no habrá de salir agua a menos de que arda un infierno sobre ella”. Aun así, ahí estaba yo: esperando a que se formara un océano en donde nunca llegaría el agua.

Desperté sólo para darme cuenta de que no tengo en mis manos un libro lleno de sabiduría y que he vivido esperando que de las piedras brote agua, que de un árbol nazcan nubes; he pasado meses enteros regando un árbol muerto, con la esperanza de que el día menos pensado sus raíces despierten y de las ramas ahora secas resurja el verde propio de la vida que viene y nadie detiene… pero nada pasa. Y yo he seguido ahí, aferrada alimentando a un cadáver.

¿Quién conoce el significado de los sueños, quién el origen de la esperanza? ¿Cuál es la línea que divide la constancia de la obstinación y el deseo de la obsesión?

Quizá es que no he aprendido de qué se trata vivir y me he enredado en la madeja de mis propios pensamientos que no tienen origen ni destino. Y en el camino, ha sido tanto mi anhelo de que todo cobre sentido que me he juzgado por creer en los espejismos que tienen los desiertos, como si lo que hago por sobrevivir no fuera instinto sino uno más de mis caprichos.

En el fondo, muy en el fondo, sé que la sal es sólo sal, que de las piedras no brota absolutamente nada, que las nubes no vienen de los árboles y que cuando un árbol se muere, lo que sigue es arrancarlo de raíz y plantar una nueva semilla que tal vez sí sobreviva, y que, si no lo hace, habrá que arrancar y plantar de nuevo una semilla diferente. Lo sé, pero sigo ahí, esperando lo contrario.

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Por: Alma Santillán

Mujer, escritora, pachuqueña. A veces buena, a veces mala. Tiene dos mascotas que no se toleran entre sí, y dos corazones, porque uno no le alcanza para todo lo que siente.


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SÓLO ESTOY VIENDO - Alma Santillán

Mujer, escritora, pachuqueña. A veces buena, a veces mala. Tiene dos mascotas que no se toleran entre sí, y dos corazones, porque uno no le alcanza para todo lo que siente.