Ser y Devenir 109

Los problemas son como obstáculos que pueden, o no, ser superados. El dilema está, más allá de la experiencia directa en cualquier caso concreto, en el criterio de demarcación entre poder y no poder. ¿Cuáles pueden ser superados por mí y ante cuáles debo resignar mi voluntad?

—¿Por qué no quieres abrir los ojos? —me pregunta una enfermera.

No lo sé.

—¿No nos vas a decir? —me pregunta otra.

Tengo miedo.

—Dile que tiene visitas —una voz que no reconozco.

No quiero.

—¿Qué hacemos con él, doctor?

Déjenme en paz.

—Ya los abrirá.

Maldito Heráclito, si dices que todo está en perpetuo cambio, habrías de clarificar primero el criterio de cambio en una división de cosas, fenómenos y sujetos y, por consiguiente, de problemas filosóficos. No hay el cambio sino los cambios. Simple conciencia histórica, sensibilidad poética y filosofía analítica.

—No has cambiado nada —la voz de Constanza, una prima mucho mayor que yo y sumamente interesada en lo que quedó del rancho.

—¿Cómo está mi abuelo?

—¿Realmente te importa?

—Sí.

—Está aquí mismo, pero en otro piso.

—¿Qué tiene?

—¿Realmente quieres saber?

—Ya te dije que sí.

—Está en terapia intensiva.

—¿Por qué?

—¿Y aún lo preguntas?

—¿Por qué está en terapia intensiva?

—Le dio una pinche embolia por tus pendejadas.

—¡Yo no hice nada!

—¡¡Pero comenzaste todo!!

Silencio.

—¿Sigues ahí? —pregunto después de unos minutos.

Ella suspira molesta, arrastra la silla (se pone de pie) y, antes de irse, me dice:

—Abre los ojos…

No quiero.

—…Y por primera vez en tu vida —continúa— deja de engañarte a ti mismo.

Silencio.

Nadie te engaña, hermano.

 

Continúa 110