¡Somos humanos!

El acto del diputado Leonel Perusquía ya ha sido impugnado por el Congreso local, predisponiendo a una indagatoria que las autoridades correspondientes deberán realizar sobre la portación legal de un arma de fuego y el radio de acción para su uso.

Bajo una justificación fuera de lugar, el diputado del sol azteca, Leonel Perusquía, ha indicado -frente a las imágenes en donde fue sorprendido detonando un arma de fuego, las cuales trató tanto de negar como de ocultar- que ¡somos humanos!

En un clima político extremadamente delicado en México, donde las impugnaciones del trasiego de armas desde Estados Unidos han puesto en vilo la pacificación del país, el diputado del PRD (partido con registro local en Hidalgo), Leonel Perusquía Muedano, que, en un despliegue de estupidez pública y ceguera política, ha sido sorprendido enfundando un arma de fuego, en un acto de violencia que condensa el despropósito de una labor legislativa, cuya responsabilidad frente a la ciudadanía no admite la apología a los poderes fácticos.

Perusquía Muedano ni siquiera enfunda un arma para caza o tiro deportivo y, lo que es peor, en las imágenes que han trascendido, se encuentra haciendo percusiones con una sonrisa como si se tratara de un acto circense o de alguna alegoría a poderes fácticos que haya que festejar.

Este entretelón de la estupidez pública y de la ceguera política del diputado Perusquía Muedano ya ha sido impugnado por el Congreso local, predisponiendo a una indagatoria que las autoridades correspondientes deberán realizar sobre la portación legal de un arma de fuego y el radio de acción para su uso. Este trazo, a todas luces, permite inferir que para el diputado del PRD Hidalgo el evento se encuentra apalancado por la algarabía y la hilaridad, porque las imágenes lo presentan sonriendo como si se tratara de una celebración social.

Es indignante que Leonel Perusquía Muedano, como servidor de la nación en materia de una diputación local, presente una conducta reprobable y que arenga a los poderes fácticos en México. No caben aquí ni las disculpas y, mucho menos, el manifiesto de un escenario que, a todas luces, condensa una irresponsabilidad mayúscula, dentro de un infantilismo lúdico, propio de párvulos.

¿Qué le da derecho a un legislador investido de fuero para realizar atrocidades en un clima de estupidez pública y ceguera política?

La respuesta es lineal: nada.

Si revisamos el hecho de que el PRD se presenta como un partido de izquierda, racional a toda prueba y preservador de la ciudadanía, el despropósito de estos actos es mayúsculo. Esto enuncia como cuestión falible su conducta de alianza con la derecha del PRIAN, lo cual nos permite entender que la precariedad ideológica por la que atraviesan algunos de sus militantes pone en predisposición al todavía partido del sol azteca, para revisar sus planteamientos históricos y no caer en la pavimentación de militantes como Perusquía Muedano, que se encumbran en una representación ciudadana desde una mascarada carnavalesca, haciendo de su encargo público el péndulo de un poder despótico, al cual no tiene derecho y para los que los fines superiores de la nación no le han conferido la voluntad del pueblo.

¿Debe la ciudadanía de Hidalgo sufrir y tragarse la gota amarga de la estupidez pública y la ceguera política?

¡En ningún caso!

El sistema político en Hidalgo no puede darse el lujo de encumbrar líderes de papel. No es aceptable que la ciudadanía tenga que sufrir y tragarse las indolencias e insolencias de la politiquería como un instrumento que acuchilla la voluntad del pueblo.

Es tiempo de que una conducta de probidad y ética pública se erija desde el escrutinio de la ciudadanía para crear instrumentos de revocación de mandato a todo nivel; sin subterfugios ni opacidad rampante que impidan que actos como el realizado por Perusquía Muedano se erijan en apologías del crimen al amparo del fuero político.

En cualquier otro país, el escrutinio político se habría cernido sobre Perusquía Muedano y esta conducta antisocial, a todas luces, le habría costado el encargo público de la nación, que no está ni para la estupidez pública, ni para la ceguera política, precisamente, porque somos humanos y debemos preservar al tejido humano.


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